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miércoles, 22 de enero de 2014

El Tata Natividad

Natividad partió con rumbo al sur.
Dejó atrás los campos de la reducción donde se había criado y le habían impuesto un nombre ajeno a su raza y a su historia; Natividad de Jesús Suárez. Extraño apelativo para un abipón, al que imagino cobrizo, de abundante y negro cabello, mentón poderoso, nariz quebrada y profundos ojos negros. No muy alto ni robusto.
Buscando el duro trabajo de las cosechas abandonó Sumampa, para no regresar.
Primero una Córdoba de serranías. Luego las llanuras del trigo y el maíz, para arribar en un tren carguero, al arenoso oeste de Buenos Aires, donde mezcló su oscura piel con la blancura de la francesa Rita.
Las hijas no lo detuvieron y en el sur de Santa Fe, llegó el varón que continuaría su apellido y el tifus, que frenaría su permanente rodar.
Es el abuelo del que casi ni se habló. Alguna mención a su hermano domador y la sugerencia de haber sido gente un tanto al margen. Es poco para un hombre.
Lo busco desde hace un tiempo, y me parece encontrarlo en la tez oscura de mi primo Oscar. O de mi hijo Martín.
Sé que está y también me busca. Necesitamos recuperarnos sin habernos conocido.
Su sangre en mi sangre pide camino. Cruzar tierras nuevas, con otras gentes.

Pero este viaje tiene destino final en Sumampa, para que vuelva conmigo a su tierra el Tata Natividad.
Kzatá Nowet me ayudarán en la empresa.

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