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sábado, 25 de febrero de 2017

Comentarios

En una entrada anterior, les comenté que era posible que en el nuevo viaje, tuviera un acompañante.
Roberto Dell Agnola, argentino de orígenes italianos, será mi compañero. 
Lo conocí en la ciudad de Mendoza, en setiembre pasado a través de mi hijo Pablo que vive en esa provincia. Tuvimos un par de charlas sobre mis viajes en bicicleta y fue tanto su entusiasmo, que antes de despedirme le ofrecí la posibilidad de acompañarme a los Balcanes, cosa que aceptó de inmediato. 
Como en otras oportunidades estos potenciales acompañantes no concretan su deseo, esperé a que Roberto tuviera su pasaje a España para dar por hecho que seremos un equipo.
Fueron escasas dos horas las que compartimos y algunos mails desde ese entonces hasta ahora. Se que es deportista (montañero y ciclista) y amante de los viajes. Creo que sabremos convivir y será una excelente oportunidad para aprender de él. En estos momentos Roberto está en Salvador de Bahía, Brasil, disfrutando del carnaval y a su regreso le pediré que me envíe una foto suya, para que ustedes lo conozcan (y yo lo recuerde... ja ja). Es un pibe de 62 años que espero sepa respetar a  los mayores.

El comentario que les acabo de hacer, lo he escrito con la certeza de que hay lectores. Sí, hay gente que sigue estas historias y que no se encuentran dentro de mi círculo familiar o de amistades. En el último mes, recibí correos de personas de diversos países que se engancharon al blog. En lo que va de año, casi seis mil visitas se asomaron a leer mis aventuritas (hay mucha gente sin saber que hacer...) . La semana pasada, en el banco, una vecina de un pueblo cercano, me comentó que había seguido el viaje a Uruguay. Luego, en una visita a mi médico, me dijo que sabía del nuevo viaje a los Balcanes por haberlo leído en el blog y por último, un vasco me ha escrito para solicitarme autorización para publicar en su blog, el reportaje que me hicieron en la radio de Rosario, Argentina.... aquí lo pueden ver; http://www.aitoruranga.com/.

El martes recibiré los mapas carreteros de los países a recorrer y con ellos iré afinando el recorrido.
Estoy leyendo relatos de otros viajeros y algo sobre la guerra que asoló esa región.
La seguimos... saludos a todos y buena vida.

martes, 21 de febrero de 2017

Karate en Okinawa - hace 40 años....

Karate en Okinawa (repetición de una entrada de mayo de 2014) Hace cuarenta años para estos días estaba en Japón)

En el pasado mes de enero, publiqué unas fotos de mis años de práctica de karate. Inclusive una que conservo de mi viaje a la isla de Okinawa, Japón en 1977. La mayor parte de, por no decir todas, las fotos quedaron en Argentina cuando emigre en 2001 y hace poco más de un año recuperé centenares de diapositivas familiares, entre las que se encontraban varias obtenidas en el citado viaje a Okinawa. Hemos digitalizado estas diapositivas y con ellas recuperé gratos recuerdos. 
En el karate, como en todo lo que hago, me involucré a fondo y fueron muchos años de práctica in
tensa y también de estudios de los aspectos teóricos y filosóficos de esta antigua arte marcial. La oportunidad de visitar Japón y la escuela central del estilo que practicaba, surgió durante una charla con dos compañeros nacidos en Okinawa y durante meses programamos el viaje y conseguimos las cartas de presentación para el Maestro Katsuya Miyahira. Por cuestiones políticas, la economía argentina sufrió una de sus frecuentes crisis y mis compañeros desistieron del proyecto, por lo que viajé solo. 
Durante un poco más de dos meses frecuente el doyo que el ya fallecido Maestro Miyahira poseía en el barrio de Tsuboya, Naha. Al llegar tenía la graduación de 2º Dan y al partir de regreso a Argentina me otorgaron el 3º Dan. Las prácticas se realizaban tres veces a la semana durante la tarde-noche y el sábado tenía en exclusiva al Maestro Miyahira durante un par de horas. También durante las mañanas realizaba entrenamientos con un compañero avanzado, Seikichi Higa 6º Dan, al que su trabajo de bombero le permitía disponer de tiempo para estos menesteres y para llevarme a conocer la isla. La experiencia en Japón fue muy intensa, no solo por la oportunidad de encontrarme en el centro más importante de la disciplina que practicaba, si no también por haber vivido durante ese tiempo inmerso en una cultura notablemente distinta a la mía. 
Creo también que los años de práctica de karate, influyeron positivamente en mi salud física y en el mayor control de mi voluntad y carácter. 
 En la primera fila, de izquierda a derecha; Seikichi Iha, Katsuya Miyahira y yo. El resto son compañeros de los que no recuerdo los nombres.

 El Maestro Miyahira fue el continuador de antiguos Maestros del estilo Shoryn Ryu y mantenía la escuela fuera de las competencias deportivas, que comenzaban a aparecer, impulsadas por los practicantes occidentales. Ya he comentado la atención que Miyahira dispensó a mis necesidades básicas de adaptación, alojamiento y comida. 
 Seikichi Iha era bombero de unos grandes depósitos de combustible y disponía de 48 horas de descanso tras 24 de trabajo. En su coche visité varios lugares de interés y semanalmente me dedicaba algunas horas para el perfeccionamiento del karate. Si observan mi puño izquierdo notarán que los nudillos de los dedos índice y medio muestran una cierta "hinchazón", producto de años de machacar el makiwara con el puño.
 Las correcciones a los movimientos de ataque o defensa, el Maestro Miyahira las hacia una vez finalizadas y cuando me encontraba en posición estática, palpando las posiciones y tensión de los músculos y ejerciendo fuerza en el sentido inverso a la resistencia o presión que yo debía ejercer.

 Ya en Tokyo y regresando a Argentina, contacté con el Maestro Hideo Tsuchiya, introductor del karate en Argentina y mi primer profesor en esta disciplina. Amablemente me recibió en su casa durante unos días y tuve la oportunidad de escuchar sus conceptos sobre los aspectos técnicos y filosóficos del karate. Tsuchiya es además un avanzado practicante de Iai-do (esgrima con el llamado sable samuray) y accedió a mostrarme un auténtico y antiguo sable. En casa del Maestro se encontraba realizando prácticas el karateka chileno Arturo Wong.
Por mediación del Maestro Miyahira, me alojé en un ryokan (pensión), cuyo propietario, Kotogu Nakamoto era 5º Dan de kendo (esgrima con sable de bambú) y gracias a su invitación tuve la oportunidad de visitar un doyo de esa disciplina e intentar manejar el shinai.
El día de mi partida de la ciudad de Naha, me despidió en el aeropuerto el Maestro Miyahira y también Oscar Higa, un argentino hijo de okinawenses, brillante karateka de otra escuela, hoy radicado en Italia. Oscar estaba en la misma tarea que yo, pero en la escuela que presidía su tío. Fue un entrañable compañero con el que todas las mañanas corríamos en un parque y muchas tardes intentábamos conocer la ciudad. Curiosamente Oscar no hablaba japonés, pero si un dialecto particular de las islas, lo que nos permitía mejorar nuestras relaciones. 

domingo, 19 de febrero de 2017

Otra vez.... mirá que no aprendo

Y otra vez el camino me llama. Me canso, me acalambro, me deshidrato.... pero no hay caso. Necesito volver.
Alguna vez dije que la Vida es un baile y que no sirve quedarse sentado viendo como bailan los demás. La música que están poniendo hace que se me muevan las rodillas solas, sin esperar ninguna orden y necesito pedalear en tierras ajenas.
El próximo destino son los países que componían la ex Yugoeslavia: Eslovenia, Croacia, Bosnia Herzegovina, Montenegro, Kosovo, Macedonia y también Albania y Grecia.
Tan cerca, tan europeos y tan desconocidos y distantes.
Hace cuatro días, una guerra los desgajaba. Quedaban en ruinas y nuevas fronteras montaban un rompecabezas diferente. Las religiones, los viejos rencores, los intereses económicos fueron el detonante.
Se muy poco de esas tierras y sus gentes, pero como siempre al comenzar un viaje, estoy aprendiendo y tratando de saber con quienes me encontraré. No tengo ruta definida, ni creo que la defina. Uniré Liubliana con Athenas y el viento me irá llevando. O el olor de las comidas. O las sonrisas de las gentes. O el comentario de otros viajeros.
Veré inscripciones en cirílico, que no sabré interpretar. Me asombraré con viejas iglesias y también con mezquitas.
Me comunicaré sin hablar sus idiomas y recibiré su generosa hospitalidad, para celebrar una vez más la hermandad Humana.
Si estás leyendo esto y crees que me puedes aportar algún dato que sirva a mi nuevo viaje, te agradeceré que me escribas (elpampaenbici@gmail.com).
Creo que este viaje será con un compañero que casi desconozco y esto también será un desafío y una nueva experiencia.
Y les iré contando como será este nuevo viaje. Lo iniciaré a finales de abril o primeros de mayo.
Ahí va Raulito, bailando la Vida !!!!!!

martes, 7 de febrero de 2017

Uruguay - fotos

En cada viaje acumulo gran cantidad de fotos y obviamente, no se pueden publicar todas en las entradas del blog. Aquí elegí algunas que creo merecen ser publicadas, por su calidad o por lo que representan o pueden mostrar. Creo que esta es la última entrada sobre este maravilloso viaje, salvo que el Comandante Cartiago Santucho decida hacer algún comentario.

 Esta foto fue hecha por Santiago y acomodó su bicicleta junto a este motorhome. La bici está haciendo su primer viaje y la tripulación del carromato, viene bajando desde México morosamente. La actitud de esos viajeros, la forma en que se mueven y financian y el aspecto y las leyendas que muestra el vehículo, fueron el primer gran impacto que alimentó el deseo de seguir rodando en el Jefe de esta expedición. Amplíen la foto y lean.
 Comenzábamos a pedalear antes de que el sol apareciera y lo hacía cuando ya estábamos  sobre las rutas costeras. El fresco de la brisa, la sensación de libertad y la soledad que nos rodeaba, inspiraba al Comandante, que indefectiblemente se emocionaba y gozaba de estos cielos. La foto le pertenece.
 Santiago me esperó sobre la cuesta y me fotografió cuando estaba culminando un tramo de gran esfuerzo. La bici en la arenilla no tenía buena tracción y se desperdiciaba parte de la fuerza empleada para subir. La ampliación de la foto les mostrará mi cara de "sufrimiento", el que desaparece y se transforma en alegría cuando se alcanza el objetivo.
 Esta es la familia de Daniel, entrerriano que nos esperó en la ruta. La catarata de coincidencias fue anonadante y seguimos en contacto con este amante de los viajes en bicicleta y futuro colega de ruta. Foto de Santiago.
 También Santiago obtuvo esta foto de un grupo de tres viajeros (italiana, brasilero y argentino) que venían bajando desde Paraguay. A mi cumpa le llamó la atención la simpleza de sus bicicletas y equipos y lo extenso del recorrido que tenían acumulado y el destino sin cerrar de la aventura. Indudablemente no hace falta la super máquina para viajar. Son necesarias las ganas, el sueño y la ausencia de miedo. Hay un mundo esperando que lo descubramos y es muy poco lo que necesitamos.
 De estos carteles vimos varios, pero siempre omitíamos el fotografiarlos. Este por suerte no se escapó y lo publicamos por si alguien quiere cruzar la laguna de Rocha sin penar en los médanos. Llamen a Pepe.
 Uno de los "pasillos" del camping Amaranto, en Valizas (sí, con V), el único que me animo a recomendar.
 Mitad de la cocina de uso libre que dispone el camping Amaranto. Hay refrigeradores, elementos de cocina, vajilla y café con leche gratis desde las 7 hasta las 11 de la mañana.



Aquí comíamos y socializábamos con otros viajeros. Yo dormía mis siestas y en las parrillas que se ven al fondo a la izquierda, nos hacíamos los asados. También en camping Amaranto. 

lunes, 6 de febrero de 2017

Uruguay - El viaje, según Santiago

CANCIÓN FINAL Y RETIRADA

Dicen que los vieron pasar.
Eran unos locos que, al igual que dos niños,
pedaleaban en el patio de este pedazo del mundo,
en un triciclo cargado de experiencias,
recorriendo baldosas ya conocidas,
y en una tímida bicicleta de jinete novato
al que recién le sacaron las rueditas.
Se comenta que los vieron pedalear,
zigzagueando entre recuerdos, divagando entre ideas,
entre pensamientos pasajeros.
Los vieron mirar, embobados,
el lila del sol asomando en el mar.
La espuma de una ola.
El vuelo torpe de una mariposa.
Los vieron respirar el olor a eucalipto,
el aroma a tierra mojada, a brisa de sal.
Los vieron pasar, hipnotizados,
por el sonido de pájaros y grillos,
contemplando sus sombras en el gris del camino.
Dicen que sintieron con ellos el sol quemando la espalda.
Dicen que se dijeron palabras de aliento,
en las subidas empinadas,
en las rachas de viento.
Dicen que vieron sus caras de esfuerzo,
vieron caer las gotas de sudor.,
escucharon el latido agitado,
y el grito aliviado de una bajada fugaz.
Los vieron ensimismados y pensativos,
a velocidad de una bicicleta.
Mañanas de reflexiones silenciosas,
escribiendo poesía, o dibujando siluetas.-
Los vieron reír a carcajadas.
Los escucharon conversar sin apuros, sin vergüenzas,
sobre amores perdidos, sobre mujeres y miedos
 sobre la vida, la muerte,
 y la danza de los maestros.
Dicen que los vieron llorar en silencio,
recordando personas y recordando momentos.
Que brindaron con ellos y tragaron sedientos
la cerveza helada que valía de premio.
Los vieron compartir hambrientos
el pedazo de pan y la marmita de arroz.
Dicen que los vieron refugiarse bajo un toldo
de las inclemencias del tiempo, de los baldazos del cielo.
Que los vieron mendigar agua y sombra.
Comentan que los vieron sorprendidos,
por las casualidades del mundo,
por los encuentros mágicos que el destino tiene escondidos.
Dicen que no se vieron,
pero supieron que minutos después de aquel abrazo,
ambos, se quedaron masticando el sabor amargo de la despedida,
el gusto nostálgico del final,
la melancolía del sueño cumplido.
Que se sintieron felices y satisfechos,
que renovaron su ilusión,
reacomodaron la carga
y tomaron nuevamente envión.

Dicen que vieron a dos locos pedaleando, como niños
por el patio de este pedazo del mundo.

Dicen que sí, que efectivamente los vieron: allí estaban Raulito y Cartucho, mágicamente sincronizados,
BAILANDO LA VIDA, AL RITMO ALEGRE DEL CARNAVAL.

            Santiago Suárez Alonso, Buenos Aires, 31 de enero de 2017

domingo, 5 de febrero de 2017

Entrevista

Hoy me llamaron desde Radio 2 de Rosario, Argentina interesados en mis viajes y pude charlar unos 35 minutos expresando mis ideas de viajar y de vivir.
Si lo quieren escuchar pueden entrar en este enlace;
https://radiocut.fm/audiocut/raul-suarez-el-argentino-de-71-anos-que-recorre-el-mundo-en-bicicleta


Ya me dirán que les parece.

Uruguay. Ayuda a bici viajeros

Seré breve (dijo Fidel).
El campismo no está desarrollado en Uruguay y los sitios de que podemos disponer serán siempre limitados en servicios y además caros, si los comparamos con Europa.
El Parque Nacional de Santa Teresa, administrado por el Ejército (??), dispone de una extensa superficie de bosques y playas, incluyendo en sus instalaciones antiguos edificios militares, jardín botánico, supermercados, bares, servicios sanitarios y de seguridad, con un costo mínimo de 170 pesos uruguayos (6 €) por un espacio entre los árboles (8€ si quieres luz). Desde la entrada principal hay unos 6 kms., hasta la primer zona de acampe y hay que hacerlos a pie. Sin Wi-Fi
El camping La Rubia, en La pedrera, que impresiona como del primer mundo al llegar, porque en la recepción te muestran que hay áreas para acampantes con niños, otra para quienes tienen mascotas y otra para jóvenes. Guardias de seguridad durante las 24 horas y cercanía a la playa y al centro del poblado, pero un deficiente servicio de duchas y una proveeduría muy limitada. Wi-Fi en el sector de recepción. 12,50 euros por persona.
En Piriápolis el camping pertenece al un club de fútbol. Parcelas sin delimitar, buenos baños, seguridad nocturna y deficiente atención de unas jovencitas,que deben pensar que quienes van al sitio reciben caridad y no son clientes. No hay Wi-Fi. 9,80 € por persona.
En Atlántida, utilizamos el camping de los empleados de ANCAP (la petrolera estatal), que dispone de piscina e incluso de una más pequeña con pretensiones de jacuzzi (agua templada, pero sin hidro masajes). Wi-Fi en la portería.
Lo mejor que hemos conocido, es el camping Amaranto, en Valizas. Es un hostel, pero donde duermes en tu carpa. Los espacios para instalarlas son reducidos y disponen de sombra. Buenos y suficientes baños y duchas. Zona cubierta de uso común con mesas, bancos y hamacas. Cocina con todo lo necesario (platos, cubiertos, ollas, etc.). Varios fuegos, cuatro heladeras (neveras) y un freezzer de uso común. Area de Wi-Fi y disponibilidad de carga de teléfonos y ordenadores. Parrillas iluminadas, seguridad nocturna y buen ambiente. Un detallazo... de 7 a 11 café y leche gratis. 12 € por persona.
Los precios en restaurantes y supermercados son altos para un europeo.... cosa curiosa que se repite en Argentina.
La gente es más amable, simpática y servicial que en la "desarrollada" Europa y uno se siente en casa.
Espero que les sirva.

Uruguay, final de viaje

Y  el final del viaje tenía que llegar. Eso lo sabíamos desde la partida, pero igual fue duro. La sensación del tiempo es extraña. Parecen más días de los reales, quizá por ser tan intensos o por estar nuestras experiencias fuera de la actividad habitual. La prevención hecha a Santiago de que se producirían  encuentros mágicos, se cumplió con creces. La seguridad de que en este encuentro yo saldría ganando, se confirmó. La certeza de que es posible vivir sin tantas presiones, necesidades ficticias y con mayor libertad, fue confirmada. Y, si es que había alguna duda, las diferencias entre los viajeros, no existen y fuimos uno solo. 
Uruguay es un país sin muchos atractivos turísticos. No hay grandes edificios ni antiguos monumentos. La naturaleza ha sido pródiga, pero no espectacular. El punto está en su gente. Es un pueblo llano y sencillo. Amable, hospitalario, tranquilo. Quizá los uruguayos no estén de acuerdo, pero si se midiera el estado de calidad de los países por la felicidad de sus habitantes y no por el PBI, estos charrúas estarían en el tope de la lista. La cultura es palpable y también su implicación en lo político y social. Las desigualdades no son exageradas ni la pobreza humillante. Ya lo he dicho en otras entradas; quiero y admiro a este país. Fue un buen comienzo para este nuevo viajero que es Santiago. 
 
 Estábamos cruzando el puente y le señalé el cartel a Santiago, porque Zitarrosa es uno de mis artistas más queridos y el Comandate me comentó que también era un ídolo de su otro abuelo (El Rafa, que apareció muchas veces en nuestras charlas y al que Santi ama), así que la foto era obligada... cuando reiniciamos la marcha, nos pareció escuchar la voz de Rafa entonando "de una bailanta con acordeón, até la luna con el sol, por una noche no fui peón. Hombre volví y en eso estoy"
 Santiago, durante largos trayectos, se abstraía y cuando en algún descanso conversábamos, expresaba de manera poética, lo que en su cabeza el viaje iba generando..... ya verán parte de la experiencia.
 Nuestra última acampada antes de llegar a Colonia fue en Ecilda Paullier. Este pueblo dispone de un Parque Municipal de entrada gratuita, donde se puede pernoctar y se dispone de techos con mesa y parrilla y también baños. Una vez más dormimos con la posibilidad de contemplar la magia de un cielo tachonado de estrellas.
 En este lugar coincidimos con Catriel y Sol, porteños y estudiantes de orfebrería, que están realizando su primer viaje en bicicleta.
 Ya en Colonia, en el camping conocimos a una familia brasileña que regresaba de un viaje a la Patagonia argentina. Adriano hizo muy buenas migas con Santiago, quien mapa mediante le indicó los lugares de nuestra ruta que podían serles de utilidad.
 La mañana de nuestra partida nos hicimos esta foto. Adriano sueña con hacer un viaje en bici, cosa poco difundida en Brasil.
Al comienzo de nuestro viaje, alguién nos preguntó a que país correspondía la bandera que luce Alaikyn. Esto nos hizo mucha gracia y nos dio pie para bromear al respecto. Finalmente decidimos que es la enseña patria de la República Democrática de Muchigna y en un acto sencillo pero solemne, juramos lealtad a la misma. Quizá Muchigna sea el territorio de los viajes y los sueños y encuentre más ciudadanos que quieran habitar en ella.
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Por las mañanas, en una vieja bicicleta, recorría el camping vendiendo empanadas, este flaco singular. Músico, integrante de una banda y trabajador incansable. Le pedimos unas cuantas para el viaje y se fue hasta su casa a buscarnos un envase que nos permitiera llevarlas sin problemas. Como admiraba el triciclo, se lo prestamos para que fuera en procura de esto. Su alegría era contagiosa.

Y ahora queda un balance. Este tiene aspectos exclusivamente personales y otros a compartir. También Santiago dará su versión.
Al recorrido no le faltó nada para hacerlo absolutamente recordable. Lluvias, frío, calor, cansancio, risas, amigos, amor, recuerdos queridos de quienes están y de quienes se han ido al otro lado del cuadro.