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jueves, 26 de julio de 2018

Eva. De mis "viajes"


Gran parte de este viaje, el que se inicia en mi adolescencia y llega hasta estos días, tuvo una partícipe necesaria, aunque pocas veces aparece en el relato. 
Se trata de Eva, mi compañera de la Vida. 
Con ella comparto tres hijos y más de cincuenta y cinco años de camino. 
Los momentos más difíciles se hicieron llevaderos, sabiendo que estuvo siempre apoyando y luchando de manera incondicional junto a mí. 
Nunca me sentí prisionero o limitado. Si pude concretar mis sueños, fue porque ella no les puso barreras. 
Regresando de un viaje en bicicleta por Cuba, recibí "el dictado" de esta poesía
                                     
              Viento Eva

Hay un viento Eva que me lleva lejos.

Solo hace falta que muestre las ansias
de salirme al mundo a buscar encuentros.

Mientras yo camino despierto mi sueño,
su fuerza me lleva soplando en silencio.
Me vuelve al futuro.
Descubro el pasado.
Conozco al hermano.

Y ese viento Eva soplando a mi lado.

Y esa inmensa fuerza, que nunca me ha atado,
sin que yo lo note, cuando estoy cansado,
me levanta suave, me acomoda el rumbo, me alisa el camino.
Y feliz retorno de nuevo a su lado.

Sin haberme ido.

Sin haber zarpado.

30-1-16  Viajando en bus Santiago de Cuba - La Habana (20') 

sábado, 14 de julio de 2018

Hermes Eugenio Pérez (a) Gallego o Negro


Dios los cría y el viento los amontona. 
Así dicen en mi tierra, cuando quienes se parecen se juntan. 
Me amontoné con el "Gallego" Pérez unas vacaciones, hace más de treinta años. Coincidimos con nuestras familias en un solitario y aislado lago de la Patagonia.
Dijo el Maestro Atahualpa Yupanqui; "Un amigo, soy yo en otro cuero". Y eso somos. 
Tenemos un viaje propio, que excluye absolutamente a quien se acerca. 
Hemos navegado en bote neumático, el río Colorado, desde sus nacientes en la cordillera de Los Andes, hasta su final  en el Atlántico. Lo mismo hicimos, circunvalando los 360 kms., del lago Nahuel Huapi. Todos los refugios de montaña de la región de Bariloche, nos dieron cobijo para nuestras interminables charlas. Y con casi un siglo y medio de vidas sumadas, nos dimos el gusto de volver a viajar juntos, ocho mil kilómetros de Europa. 
Transitamos juntos intensas experiencias, de las que dejan marca. 
Casi no necesitamos hablar para entendernos. 
Mi carro de viajes, se llama Eugenio.