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domingo, 22 de septiembre de 2013

Cicloturista Pirineos - Quedada Mireya. Mis reflexiones

Ayer se realizó la 1º Cicloturita Pirineos, la cena por la Quedada de Mireya y hoy se hará este recorrido de homenaje, a la malograda Mireya García Mainar. 
A mi entender, la convocatoria que producen estos encuentros, que van a más cada año, está motivada por el impacto que produjo en el ambiente ciclista de toda España la muerte de Mireya, hija de un ciclista ampliamente conocido. El vernos reflejados en una tragedia de la que nadie está excento, genera una actitud solidaria, de compasión, de acompañamiento. Si ademas agregamos la excelente calidad humana de Luis, Teresa y su hijo David, esto se potencia.
Todos queremos ayudar a hacer menos pesada la carga que el destino les impuso y asimiliar la ausencia de la entrañable Mireya.
Lo mejor de cada uno de nosotros, es lo que nos reune, por lo que más alla de rodar en bici, el encuentro es una verdadera COMUNIÓN.

En la Cicloturista Pirineos, participó Diego Ballesteros, un deportista de fuste. Escalador, caminante, ciclista, que también recibió un duro golpe de la vida en 2010, cuando por un atropello automovilistico sufrió serias lesiones que limitan de manera importante su movilidad, pero que han potenciado su voluntad y lo transformaron en un verdadero ejemplo de superación, amor a la VIDA y optimismo. Diego también genera en quienes lo tratan una simpàtía instantanea.

Todo esto, a pesar de lo trágico que es en su orígen, nos convoca en una verdadera fiesta de homenaje a la VIDA y nos enfrenta a reflexiones que no podemos esquivar. Tratamos de comprender el profundo dolor de Teresa, Luis y David. Nos ponemos en la piel de Diego y nos imaginamos en su situación. Admiramos el inconmensurable amor de Ana, la mujer de Diego. Vemos lo profundamente estupidas que llegan a ser nuestras preocupaciones.

 Largada en Biescas, ayer a la mañana con muy baja temperatura pero un Sol radiante.
 Eramos mas de 160 ciclistas de diversas regiones de España
 El "Negro" (así lo bauticé a lo argentino), fotografó oficial de todo el encuentro. Ya colgaré más fotos de las que el ha obtenido.
 Diego y Ana en la linea de partida. Ella también "corre"... apoyo insustituible para el Campeón de la Vida.
 Y salimos...... unos haremos 60 kms., los más, 141 kms por los  hermosos paisajes del Pirineo de Huesca.
 Bajando el puerto de Cotefablo Diego superaba los 60 kmh. Trás él Ignacio y detrás de la cámara yo....
 Llegada a Sarvisé... fueron 30 kms de pedaleo, charlas y risas.
 Ignacio, Diego y yo ante el refuerzo alimentario que nos recomendó nuestro "personal trainner"
 Y ya de regreso en Biescas, recibiendo Diego las felicitaciones de otros compañeros
 Con Ignacio, un vasco entrañable que soportó sin chistar mi verborragía.....
 Ana y Diego en la cena
Diego, luciendo la camiseta que nos obsequiaran a los participantes  e Ignacio.

La prueba partió de Biescas a 875 msnm, para coronar el puerto de Cotefablo a 14 kms y 1423 msnm, bajando luego a Sarvisé a863 msnm. Nosotros aquí pegamos la vuelta, pero el grueso del grupo tubo un recorrido mucho más extenso (141 kms)

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Porque LU2DZ en el Ford

"Llevábamos esta señal distintiva, perteneciente a un radioaficionado vecino. 
Esa leyenda, en las puertas de nuestro auto, nos fue muy útil, ya que los radioaficionados que la leían se presentaban y generalmente ofrecían su estación. Tengamos en cuenta que eran muy pocas los hogares que contaban con teléfono y las llamadas de larga distancia eran una aventura con final incierto.

Recuerdo particularmente a un “tico” (costarricense), que nos invitó a su casa una tarde, y mientras llamaba buscando estaciones de argentina, compartíamos una merienda con su familia.
Apareció una estación de San Rafael, Mendoza y comentó que tenía buenas condiciones con Buenos Aires. Iban apareciendo estaciones bonaerenses, pero todas muy lejos de nuestros hogares. El mendocino seguía insistiendo, hasta que apareció una estación de Villa Adelina. Esto a no estaba a más de 20 minutos de automóvil de nuestras casas, y así fue que después de una larga espera, nuestros familiares se acercaron a Villa Adelina y con la estación mendocina como puente, tuvimos un inolvidable contacto con nuestros seres queridos.
Ya de regresó en Argentina, durante una charla sobre el viaje, entre las anécdotas que recordábamos con particular cariño, mencioné el episodio que involucró a los radioaficionados, y Mario, mi cuñado, que había llevado en su coche a nuestra familia a la estación de Villa Adelina, me informó que el operador era no vidente.
La inmensa solidaridad de todos los anónimos radioaficionados que conocimos en el viaje, que tanto nos daban y nada nos pedían, empujaban más que los 40 HP que tenía el forcito. Veinticinco años más tarde yo también me sumaría a los locos de la radio." 


Esta es la explicación que me ha dado Eugenio de la leyenda en la puerta del Ford.

Omar..... bici viajero

Omar es un canadiense de origen paraguayo, que recorre el Mundo con su bici desde hace mas de 20 años.
Periódicamente se sedentariza, pero no aguanta mucho tiempo sin volver a rodar.
El lunes lo encontramos en la carretera y fue nuestro huésped. Está viajando con destino a Suiza.
El largo total de su bici y los dos carros Bob, es de 4,05 mts., lo que le obliga a bajarse y empujar en terrenos que ofrezcan una pendiente relativamente baja. En esa situación lo vimos esa tarde y creyendo que tenía algún problema, paramos a ofrecerle ayuda. Curiosamente, le habían hablado de mí y cuando me dirigí a el, me preguntó si era el argentino de la chocolatería...!!! 
Cenamos y charlamos de su larga experiencia en los caminos. Como cada uno de los viajeros que he conocido, Omar vive una forma de viajar diferente a todas las demás....
Pueden seguirlo en su página; omarglobal.com

jueves, 12 de septiembre de 2013

Raid de Eugenio; Argentina - EEUU en Ford modelo 1930 - FOTOS

 De izquierda a derecha; Fernando, el Tano y Eugenio (año 1962)
Acá tenemos a la tripulación y la máquina en la iglesia de Piura (Perú), año 1962. En la puerta se lee LU2DZ... Negro contame porqué !!!!!!

Viaje Argentina - EEUU - Etapa Perú

“Perú
El Perú no contaba en ese entonces, ni ahora creo,  con una red ferroviaria importante, por lo tanto las carreteras se encontraban pavimentadas y en buenas condiciones a lo largo 3000 km que hay entre Tacna al sur y Tumbes, al norte en su frontera con Ecuador.
Algunas preocupaciones que me acompañaban desde el inicio del viaje, se disiparon con el correr de los kilómetros. Por ejemplo, la “salud” del Ford, que tanto nos preocupó antes de salir y la repetida pregunta; “van a llegar con eso??”. Este tema ya no me preocupaba más. Si algo se rompía, se arreglaba, pero estos posibles contratiempos no amenazaban de ninguna manera el proyecto.
Habiendo visitado las ruinas de Pachacamac, sin muchos contratiempos arribamos a Lima, la capital del Rimac.
Durante este tramo, en el que estábamos conociendo a Fredy, el chileno agregado al grupo en Arica, notamos que junto a la inmensa generosidad de la gente, aparecía una evidente actitud fóbica de los peruanos, para con nuestro compañero chileno (resabios de la guerra del Pacífico). Esta incómoda y contraproducente situación, se había tornado para mí, en un “problema a solucionar”.
A esta altura de nuestro viaje, ya habíamos aprendido el oficio de raidistas, por lo tanto, nuestro manual imaginario decía que el primer paso en una nueva ciudad, consistía en hacerse conocer. Esto lo conformaba una serie de visitas a diarios, radios y televisión. Era una rutina que desarrollábamos eficazmente.
Nos alojamos en el Cuartel de Bomberos Nº 7 de Lima, en la calle Jirón Cailloma,  a escasos 300 mts., de la plaza de armas y el palacio de gobierno, al lado del lujoso hotel Savoy, donde conocí algunas celebridades, como el cantor de tangos Argentino Ledesma, con  el que intercambiamos ricas charlas y el gran “chansonnier” Maurice Chevalier, una celebridad en aquellos tiempos, fagocitado por su personaje, del que  no podía desprenderse al bajar del escenario.
En el cuartel contábamos con alojamiento, pero la comida corría por nuestra cuenta. Afortunadamente, muchas conexiones aparecieron y el peso de una dotación de cinco hambrientos, no se notaba, ya que pocas veces estábamos todos juntos. Incluso Fredy, que rara vez a venia a dormir al cuartel.
El dueño de una mueblería ubicada en la misma calle del cuartel, nos conseguía fletes para el forcito. Recuerdo que nos decía; “hay que llevar un sillón hasta el barrio Miraflores. Yo ya le cobre 30 Soles por el flete, que aquí están, pero al cliente no le dije nada, así que pueden cobrarle otros 30”.
En el hotel Savoy, funcionaba un Centro argentino, donde ricos compatriotas tenían sus reuniones. Uno de ellos, Carlos, había escrito una novela y nos invito a su cuarto a tomar unos tragos y escuchar la lectura de su obra, solo recuerdo que nos gustó mucho, pero de ese encuentro salieron otras buenas cosas. 
Carlos era de profesión publicista y me invitó a que participe en un desfile que el presentaba y en el que necesitaba un modelo para que camine en calcetines!!!….. uno de los productos que estaba promocionando. Además consiguió que el Centro Argentino apoye nuestro viaje con un cheque por mil soles lo que era buena guita en ese momento.
El lugar más frecuentado por nuestro grupo, eran las playas anexas al puerto del Callao. Allí nos reuníamos a disfrutar del sol y las aguas cristalinas. Caminando por el muelle de pescadores, empezamos a ganarnos muchas  veces la cena. Unos chicos me enseñaron a bucear para pescar cangrejos, los que tenían un alto valor, los que luego intercambiábamos con los pescadores para aparecernos por  el cuartel con pescado fresco. La esposa de Juan Olivares, el cuartelero,  cocinaba para su familia y también para nosotros.
Juan Olivares era un zambo de 28 años, muy alegre que contagiaba con su actitud y simpatía. Era además, el chofer de la compañía, rol que lo transformaba cuando sonaba la alarma. Nunca había visto a una persona que transmitiera semejante concentración. Conducía de manera frenética una motobomba Magirus Deuz, de 7 toneladas, acelerando a fondo por las calles de Lima. Recuerdo una salida en especial; sonó la alarma como a las dos de la mañana, Juan abrió el portón y montó al volante. Salimos, como acostumbraba, a fondo. El solo estaba en la conducción y atento a la radio. Giramos en una rotonda con chirrido de quejosos neumáticos, tomamos por una avenida y nos dirigimos al coqueto barrio de San Isidro. En el trayecto,  un semáforo que en rojo, mantenía toda la calzada ocupada por vehículos que nos cortaban el paso. Juan no levantaba el pie del acelerador, de pronto viro a su izquierda y subió a la amplia acera del boulevard, para volver a la calzada un centenar de metros más adelante. No sentí temor, ya que en esos segundos, miraba a Juan y recibía una absoluta seguridad emanada de su actitud, pero un bombero de apellido Gamarra, no bajó de la autobomba en el lugar del siniestro. Se quedó   estático, en un charco de su propio orín.
En Lima necesitábamos resolver un serio problema que tenía que ver con la documentación de nuestro Ford. Para sacar el auto de Argentina, (en ese momento el Ford tenía 32 años), la Aduana requería una fianza mayor al valor de plaza y depositada en efectivo. La única posibilidad de obviar este desembolso, era un “tríptico aduanero”, que otorgaba el Automóvil Club Argentino o el Touring Club Argentino, pero esto era para sus socios y avalado con propiedades. Después de mucha suela gastada en el pavimento porteño, una conexión nos consiguió un “tríptico”, pero solo valido hasta el Perú. En esas condiciones iniciamos el viaje, y creíamos que a través de lo realizado cuando llegáramos al Perú, nos consideraran deportistas y nos otorgaran una extensión al permiso. Pese a estar tres semanas en Lima, no conseguimos esta documentación y tampoco en Buenos Aires, donde también se movían nuestros familiares. Igual partimos rumbo al norte, con el pensamiento de cuál sería la situación en la próxima frontera??.
Un viaje de esta magnitud sin sustento financiero te convierte en un ave migratoria, sabes dónde vas, también cuál es tu rumbo, pero el viento caprichoso te deriva a su antojo y mantiene latente en tu interior la inquietante y emocionante pregunta de “y ahora que sigue?”.
Se aproximaba el fin de año y seguíamos enredados con el tema de la documentación del auto. Fue para ese época que  Jópele mencionó no  sentirse bien de salud. Lo acompañe al médico al día siguiente y este le dio un diagnostico impreciso pues eran necesarios estudios para determinarlo. A los tres o cuatro días, resolvió  regresar a Argentina. Aceptada su decisión, surgía el tema de cómo afrontar el costo del pasaje de retorno.
Después de pensarlo durante la noche, me fui al consulado argentino y le expuse al cónsul nuestro problema. El tipo muy solicito me dijo; “Hoy tengo un avión que viene desde Caracas haciendo el correo diplomático. Si a las cuatro de la tarde tengo un certificado médico, que indique que tu amigo está enfermo, a la una de la mañana te lo embarco para Buenos Aires”. Salí directo al hospital donde encontré a un grupo de médicos en la cafetería. Me presente, respondí sus preguntas sobre Argentina, calmé la nostalgia de varios de ellos que habían cursado su carrera de medicina  en mi provincia (Córdoba) y  allané el camino para mi objetivo. Salí de allí de regreso al consulado, donde me confirmaron que el “enfermo” debía de estar a la medianoche en el aeropuerto limeño.
Regresé al cuartel a las dos de la tarde, Jópele se alegró con la noticia. Mientras lo acompañé a comprar algunos obsequios para su mamá y su novia, el Tano, mi hermano y Juan prepararon una temprana cena de despedida. Más tarde apareció Fredy y se unió al festejo. A las dos de la mañana despegó el vuelo que llevó a Jópele de vuelta a casa. Unos pocos días después, el trío argentino le comunicó al chileno Fredy, la decisión de que no seguiría con nosotros. Era la víspera de Navidad.”

La próxima; de Lima al norte. Ecuador y Colombia.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Viaje Argentina - EEUU, etapa Chile

Aquí va el relato tal como lo envió Eugenio…. impecable
“Habíamos hecho un intento de bajar al sur, en busca de algún paso cordillerano libre de nieve,  que nos permitiera cruzar la majestuosa cordillera de los Andes, pero fracasamos y volvimos a Mendoza con la intención de cruzar el tramo Las Cuevas - Los Andes (Chile ), embarcados en el tren trans-cordillerano.
La salida del cuartel de Mendoza fue inolvidable. Todos los muchachos de la dotación, llegaban a tomar servicio con algún paquete, que casi siempre entregaban diciendo tímidamente; “les manda mi señora”. No había donde poner los pies en el habitáculo del auto. Desde tortas, budines, arroz,  jamón, yerba, aceite, vino (siempre casero), etc. etc. También  alguien se acordó del viejo Ford y algunas latas de aceite mineral aparecieron milagrosamente. Por supuesto, los que estaban de servicio en la noche, se ocuparon de que los tanques de combustible salieran llenos hasta los topes.
Cuando hay alguna emergencia y suena la alarma, la guardia corta la calle para dar salida a la autobomba o ambulancia o ambas. Así fue la salida del forcito. Sonó la alarma, se cortó la calle y las manos en alto de nuestros generosos anfitriones nos despedían. El fin de una etapa que fue como el flash de una cámara; mucha luz, pero muy breve.
Un raid es como una carrera con obstáculos,  donde siempre hay muchas vallas que sortear. Algunas son políticas, otras son  geográficas y también algunas burocráticas. El desglose será paulatino. El primero que enfrentamos  fue geográfico. La inconmensurable cordillera andina y la imponencia que transmite.
Volviendo  al cruce de la cordillera, cuando llegamos a Las Cuevas, contentos porque el Ford había probado que con su caja de tres marchas se podía desenvolver muy bien en las interminables trepadas o negociando las más de trescientas curvas que es necesario sortear para llegar a Villavicencio. Nunca recalentó, cosa muy común en los automóviles de esa época y  en esos caminos.
Otra valla (no geográfica) fue Antonio (el tano). Tenía “passaporto” y el convenio de reciprocidad, que no requiere visa es entre Argentina y Chile, no para italianos, por lo que tuvo que volver a Mendoza para buscar al cónsul chileno y regresar a la pequeña y bella ciudad de los Andes (Chile) donde habíamos convenido esperarlo. Bajó la cordillera en un camión, en compañía de mi hermano. Jópele y yo, embarcamos el coche y cruzamos el tramo superior del Cristo redentor  (en el límite geográfico), sentados dentro del auto, en un vagón de carga.  Al desembarcar el auto en la ciudad de los Andes, sucedió un hecho intrascendente en sí mismo, pero que marcó el comienzo de una crisis que culminó en Lima.
El Ford llevaba una bandera chilena y otra argentina, en cada extremo del paragolpes delantero. Estábamos solos Jópele y yo en la estación de desembarco,  cuando apareció un borracho, demandando muy enojado y agresivo, que retiráramos la bandera argentina. Algunas palabras dichas para disuadirlo, obtuvieron un resultado opuesto, ya que este hombre aumentó el nivel de su agresión. Toda su actitud se desdibujó rápidamente, cuando lo invité a que él mismo quite la bandera, cuando pude desenfocar mi atención de este hombre, noté con asombro que estaba SOLO. Jólepe había desparecido….. (cuando se suponía que debía apoyarme).
Los Andes, está ubicada un valle, que recorrimos visitando casi todos los lugares que nos recomendaban. Cuatro o cinco días después llegaron Antonio y Fernando y el equipo se reunió nuevamente. Luego de festejar efusivamente el reencuentro, nos dirigimos al norte. En el puerto de Valparaíso vi por primera vez, el tan soñado océano Pacifico. Luego  la turística ciudad de Viña del Mar.
El camino hasta la colonial ciudad de La Serena, fue totalmente diferente a lo que hasta aquí habíamos visto. Las montañas perdiéndose dentro del océano, tan distinto de las grandes llanuras anteriores. Una cantidad de  enormes cuevas, segura fiesta para los espeleólogos y a las que nosotros adentrábamos solo hasta donde llegaba la luz natural. Las  solitarias playas del Pacifico,  donde no teníamos que abrir nuestras maletas en busca de los bañadores, porque nada perturbaba esa soledad. Caminábamos 300 ó 400 metros hasta el agua, solo en compañía de algunos desprevenidos cangrejos colorados y las gaviotas. Andar “en pelotas” o descalzo,  es una placentera sensación que me sigue acompañando.
De La Serena al norte, la cosa cambia. El pavimento ya no aparecería más que en la entrada y salida de las ciudades, y el desierto de Atacama nos empezaba a mostrar su seca y árida  cara. El Sol es permanente, pero el fino aire en las noches, descubre un increíble firmamento, donde la vía Láctea parece una autopista iluminada. Hoy con una tablet, al enfocar un planeta, aparece su nombre en la pantalla. Ni soñábamos con algo así. Que privilegio haber nacido en una época de tantas transformaciones.
Chile nos brindaba el segundo privilegió. Cruzar el desierto más árido de este planeta, Atacama. De Antofagasta al norte y hasta Arica, un poco mas de 700 km de tortuoso camino de “calamina” como llaman los chilenos, “serrucho” le llamamos los argentinos. Hoy es una larga lonja de pavimento. Al regreso lo cruzamos a lo ancho, superando alturas de cinco mil metros en el largo tramo, Antofagasta (Chile) San Antonio de los Cobres, Argentina, pero esta etapa llegará más adelante.
El problema con Jópele, que empecé a vislumbrar en Los Andes en la semi trifulca del borrachito, se agudizo en Atacama. En las noches, él siempre dormía dentro del auto, y esta plaza no la resignaba de ninguna manera. Tampoco quería que nos detuviéramos en ningún lugar visible desde el camino; “por si nos ven”, decía.  Este miedo irracional, que nos obligaba a alejarnos del camino,  provocó que una vez nos enterráramos en un guadal, del cual costó horas salir.
El Ford sufría mucho, demasiada carga, muy malos caminos, tenia frenos hidráulicos adaptados. Gran error, los frenos originales a varilla hubieran sido más que suficientes (ya lo habíamos comprado con la adaptación), y el ripio dañaba constantemente los desprotegidos caños de frenos.
Unos doscientos kms., antes de Arica, un camión con verduras había volcado sobre el arcén derecho, desparramando su carga. El chofer, se encontraba con el hombro fuera de lugar, pero sin heridas cortantes Acomodarle el brazo no fue difícil. Mientras lo cuidábamos, mi hermano empezó a desarmar una rueda delantera del Ford, ya que un bolillero venia quejándose. Decidimos quedarnos con este hombre hasta que  llegara el auxilio. Los camiones que iban pasando nos dejaban sus víveres, cigarrillos, comida y agua. Verduras nos sobraban.
Unos días después, cuando llegamos a Arica, nos llevamos una de las sorpresas más inesperadas. Nos estaba esperando el Sindicato de Camioneros, “para  agasajar a los argentinos que habían socorrido a un colega en pana”. Un departamento con vista al mar, más asistencia para el Ford, nos hizo pasar unos lindos días en Arica, donde cumplimos con mi gemelo  los 22 años de edad. De regalo salió un amplio reportaje en el diario local, con foto y todo.
Pero del 7 de octubre hasta el 23 de noviembre habían pasado demasiados días, para recién estar a la altura de Arica. Deberíamos acelerar nuestra marcha.
A través de la conexión con los camioneros, conseguimos una casa para dejar la mayor parte de la carga. Catres, trajes de vestir, zapatos, camisas, valijas (maletas) y un montón de cosas más, quedaron el Arica para ser recogidas a la vuelta y así seguir con menos peso.
Durante la estadía en la ciudad, habíamos trabado amistad con un chileno que se había comportado muy bien con nosotros,  y durante una cena, Jópele hablo del pedido que este le había hecho y que él había aceptado. Esto consistía  en acompañarnos en el viaje. Sorprendido, solo atiné a decir que no teníamos lugar. Grueso error de mi parte, hubiera debido ser categórico al respecto. No había sido poco el sacrificio que demandó este sueño para arriesgarlo llevando a un desconocido. Por lo tanto, el tramo Arica - Lima (1300 km), encontró cinco tripulantes en el Ford A.
El “tano” se comportaba como un todo terreno. No conducía, pero en todo lo demás siempre estaba de buen talante y dispuesto. Destacaba como cocinero, haciendo excelente uso de lo tuviera a mano. Fernando era mi hermano y nos conocíamos como tales, pero con Jópele había surgido una fisura que se ensanchaba con el paso de los kilómetros.”
El de gafas de sol es Eugenio. La gorra de bombero es para tapar su ya incipiente calvicie.... ja ja

Y nos vamos a Perú