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martes, 26 de febrero de 2013

Julito


A través del ventanal del bar del club, lo vieron venir cruzando la plaza de Naicó.

Julio, con su adolescencia disimulada en su cuerpo de gigantón, distraído, saludaba a los vecinos que cruzaba en su camino.

En la mesa, cada uno frente a su vaso, charlando de nada y de todo, estaban; Ramón, como ausente; el Gallego Rojo con la sonrisa imborrable en su rosada cara; el turquito Abdala, que abandonaba su tienda por el vermut de los sábados; Don Fernando García, el farmacéutico, siempre impecable con su guardapolvo blanco; el ruso Kuntz con su mameluco de herrero que parecía haber nacido con él y Guillermo, el enfermero, que era más importante para el pueblo, que el mismo doctor Ferretti, ausente hoy, por un súbito viaje a Buenos Aires.

Julio, ya dentro del club, buscó la mesa donde estaba su patrón. Se acercó saludando al grupo, mirando a todos y a ninguno.
-          Don Fernando, dice su esposa que vaya… hay un viajante que lo espera.
-          Enseguida… respondió García, volviendo rápidamente la vista al ventanal y llevando el vaso de Cinzano a su boca, mientras perseguía una aceituna.

Ya Julio llegaba a la puerta, cuando Guillermo le pegó el grito;
-          Julito !!... necesitamos un representante…., es para la carrera de bicicletas. Son las fiestas del pueblo y pensábamos que vos sos el indicado….
Los compañeros de mesa se miraron extrañados, pero Kunz siguió el juego sin saber que pretendía Guillermo;
-          Este, con el lomo que tiene.. gana seguro. Es número puesto !... Don Fernando, usted le da el día libre, eso lo descontamos…… El farmacéutico asintió sin palabras.
-          No tengo bici – dijo tímido Julio – … no voy a poder
-          Yo te consigo la bici y te entreno. A que hora largas la farmacia? Preguntó Guillermo.
-          A las ocho… dijo Julio acercándose a la mesa y mostrando interés.
-          Listo.. mañana empezamos… yo te dejo filoso y los cagas a todos. Ocho y cuarto en la cancha de Independiente… Turco, conseguí la llave del candado. 
Las dos semanas que quedaban para la carrera, fueron de esfuerzo diario para Julio, que invariablemente llegaba a la cancha a las ocho y cuarto, en la bicicleta roja, que rescatada de un galpón, le había entregado Guillermo. El Turco Abdala le regaló un pantalón corto bermellón y una camiseta de Boca, que usaría el día de la carrera. Cada noche, el grupo era más numeroso y Guillermo, sometía a Julio a caprichosas sesiones de gimnasia y frenéticas vueltas al campo de juego, mientras alguno se ocupaba de organizar los asados, que casi todas las noches, demoraban la disolución del grupo en charlas,  que comenzaban con el ciclismo y lo que Julio representaba para La Peña Amigos de Naicó – nombre con el que una de esas noches, bautizó al grupo el grandilocuente Ferretti – y terminaban en bromas, cuentos y chismes del pueblo.
-          ¡Los vas a cagar a todos….! Era la despedida de Guillermo a Julio, cada noche, junto a las efusivas palmadas en la espalda.

El sábado de la carrera, el grupo se encontró en el bar a las ocho de la mañana. Faltaban más de dos horas para el inicio de la prueba, que consistía en doce vueltas a la plaza. Julio se mostraba nervioso y su aspecto con el pantalón bermellón, de un brillo incandescente y la camiseta de Boca Jr., era más apto para un partido de futbol que para el ciclismo. Guillermo le aconsejaba como tomar las curvas en las esquinas de la plaza y arrancar en punta, tratando de no forzar y controlando que no le ganaran la delantera.
-          Vos no bajes del plato grande y a lo sumo jugá con los piñones en las curvas, pero en las rectas… al piñón más chico… y no aflojes…  – De un pequeño bolso sacó un frasco oscuro y una cuchara – Tomate dos; y se las cargó a tope. Yo soy enfermero y se lo que te digo… Vamos Julito.. los vas a cagar a todos!!.

Casi sobre las diez, faltando minutos para la largada, llegó el doctor Ferretti; traía un casco que le colocó a Julio, soltando una serie de recomendaciones, en un intrincado lenguaje médico, en que hablaba de hidratación. Julio no lo escuchaba y avanzando rodeado por la numerosa comitiva,  se colocó en la línea de largada.

La plaza reunía a medio pueblo.

El gringo Libonatti, como intendente, dio la orden de largada y un pelotón de casi treinta bicicletas, donde destacaban los rojos pantaloncitos de Julio y su vieja bicicleta, removió la arena de la calle.
-         
       Vamos Julito… no aflojes !!... gritaba desaforado Guillermo y el resto de la peña Amigos de Naicó – 

Julio dio la primera vuelta entre los cinco primeros. Llevaba el rostro crispado y con gruesas gotas de sudor. Al acercarse al grupo, fijó sus ojos en Guillermo, como esperando una aprobación o quizá instrucciones. El grito de su entrenador, que corrió junto a él casi veinte metros, lo seguía acompañando al doblar la esquina;
-          Vamos Julito.. fuerza.... acordate de los piñones !!!!
Desde la puerta de la farmacia Don Fernando, la esposa y Clarita la dependienta con la que compartía el trabajo, le sonreían y alentaban. Cuando cruzó la línea de llegada por segunda vez, su cara mostraba cierta palidez y con una mueca quiso decirle algo a Guillermo, que revoleando la camisa que se quitó, al verlo doblar la esquina, seguía gritando con los ojos rojos;
-          Ya pasaste a tres Julito…. Vamos Julito !!!

Julio se paró sobre los pedales…. El esfuerzo se intensificó…. Miraba por sobre el hombro y veía como adelantaba en más de diez metros,  a quienes hasta entonces formaban su pelotón. La arena de la calle, removida por las bicicletas, cubría su rostro cada vez más sudoroso, de surcos de un barro claro.
Cuando se aproximaba a la línea, que marcaría su tercera vuelta, se alejó de la vereda de la plaza y como un bólido, ante la mirada perpleja del grupo de la peña Amigos de Naicó, enfiló en dirección a la farmacia. Subió a la vereda, tiró la bici y corriendo se perdió dentro del local.

Los amigos de la peña se miraron extrañados. El ruso Kuntz, lentamente se acercó a Guillermo y en voz baja le preguntó;
-          Que le diste a Julio??
-          Dos cucharadas de purgante – respondió el enfermero.
                                         Juan Martínez Autor, 26 de febrero 2013 

África mía

A fines del siglo diecinueve, las potencias coloniales europeas se reunieron, en Berlín, para repartirse el África.
Fue larga y dura la pelea por el botín colonial, las selvas, los ríos, las montañas, los suelos, los subsuelos, hasta las nuevas fronteras fueron dibujadas y en el día de hoy de 1885 se firmó, en nombre de Dios Todopoderoso, el Acta General.
Los amos europeos tuvieron el buen gusto de no mencionar el oro, los diamantes, el marfil, el petroleo, el caucho, el estaño, el cacao, el café ni el aceite de palma;
prohibieron que la esclavitud fuera llamada por su nombre:
llamaron sociedades filantrópicas a las empresas que proporcionaban carne humana al mercado mundial:
advirtieron que actuaban movidos por el deseo de favorecer el desarrollo del comercio y de la Civilización y, por si hubiera alguna duda, aclararon que actuaban preocupados por aumentar el bienestar moral y material de las poblaciones indígenas.
Así Europa imnventó el nuevo mapa de África.
Ningún africano estuvo, ni de adorno, en esa reunión cumbre.

Eduardo Galeano - Los Hijos de los días

jueves, 21 de febrero de 2013

Palabra

El Mundo encoge
Hoy es el Día de las lenguas maternas.
Cada dos semanas muere una lengua.
El Mundo disminuye cuando pierde sus humanos decires, como pierde la diversidad de sus plantas y sus bichos.
En 1974 murió Ángela Loij, una de las últimas indígenas onas de la Tierra del Fuego, allá en el fin del mundo; y la última que hablaba su lengua.
Solita cantaba Ángela, para nadie cantaba, en esa lengua que nadie recordaba:
                              
                              Voy andando por las pisadas
                              de aquelloos que se fueron.
                              Perdida estoy. 

En tiempos idos, los onas adoraban varios dioses. El dios supremo se llamaba Pemaulk.
Pemaulk significaba Palabra.

Eduardo Galeano - Los hijos de los días.

lunes, 18 de febrero de 2013

HERNAN CORTÉS


HERNAN CORTÉS
Tenía cincuenta y seis años y era un inútil. El país estaba arrasado. No había trabajo, el delito se había transformado en algo cotidiano. La ciudad se conmovió, ante una sucesión de suicidios y la depresión, cubrió con su gelatinoso manto negro a muchos de sus amigos.

Era muy viejo para competir por los pocos puestos de trabajo que, muy mal pagados, aparecían. Las facturas de luz, se acumulaban hasta que era inevitable el corte del servicio. Lo mismo el gas. Hacía mucho tiempo que había perdido la cobertura médica. Cada pequeña rotura en la casa, pasaba a formar parte del inventario de la creciente pobreza. No se vislumbraba salida y sentía que estaba al borde de un abismo negro, en el que caería más pronto que tarde. La humillación, de saberse capaz de ganarse el sustento y no poder hacerlo, lo derrumbaba.

Las charlas con su mujer, eran cada vez más tristes y grises. Terminada la cena, tiró la posibilidad de emigrar. Contra lo que suponía, su mujer aprobó con un gesto. Esto lo animó a avanzar en la idea y sin querer, empezaron a ponerle nombre a los posibles destinos.

Antes de un mes, ya había hablado con los hijos y unos pocos amigos. Notaban que los rostros de quienes escuchaban su determinación, se ensombrecían y hasta alguien les dijo que ya “eran viejos para eso”.

Un domingo, con el mate de testigo, le dijo a su mujer que si se iban, quizá pasara mucho tiempo sin ver a los hijos y los nietos. Ella fue rotunda: prefiero no verlos, a que me vean vencida.  Le pasaba lo mismo, sentía que había que tener más huevos para quedarse, que para irse. El lunes compró el pasaje. Cuando le preguntaron la fecha de retorno, la fijó en cinco días posteriores al arribo.

Hacía ya tres horas del aterrizaje en Madrid. Había pasado con temor el control de migraciones y rodeado por sus dos valijas esperaba que amaneciera, mientras leía y releía el papel con la dirección del hostal en Cibeles. Cuando el cielo invernal, tímidamente se fue encendiendo, preguntó a un taxista el costo del viaje.

Ya vengo, dijo. Fue hasta el baño, rompió con rabia el pasaje de vuelta, lo tiró a la taza y mientras subía al coche, pensaba. Para atrás, no hay nada.
                                                                                          Juan Martínez Autor, febrero 2013

50 km en la bici


El viernes, después de varios días sin poder salir a dar pedales, cargué alforjas y a rodar.....
La nieve se mantiene en las zonas de sombra, pero el día soleado y el reparo del bosque, me dejaron hacer mi pic-nic y hasta una siesta de mas de una hora....... ya estoy viendo la costa de Africa !!!!

sábado, 16 de febrero de 2013

Cuento

Fue en una mañana fría de abril en la isla de Shikoku. Me acerqué a los cerezos del jardín para ver si las flores comenzaban a brotar y encontré a mi maestro, sentado junto a uno de ellos. Al sentirme llegar se levantó para saludarme. Tuve el presentimiento que esa iba a ser nuestra última conversación.
- En estos meses aquí, me has hablado de cientos de ciudades, montañas, ríos, personas, fechas... permíteme preguntarte cómo puedes conservar todas esas diferentes experiencias sin saturarte.
- Maestro, nunca podría saturarme, el viajero es una esponja. Una esponja que se llena cuando está en un lugar y se vacía para marcharse. No es cosa mía -le dije al percibir cierta admiración-, lo dice Kapuscinski, un periodista polaco que vive en África.
Mi maestro sonrió.
- Ven. Es el momento de que veas algo.
Nos acercamos a una jaula que colgaba de una rama y mi maestro metió la mano dentro para atrapar con mucho mimo al pájaro. Lo depositó en su mano derecha, cubriéndole la cabeza con su mano izquierda, a modo de sombra, mientras abría los dedos para liberar al asustado animal.
- Ahora está tranquilo - dijo.
Lentamente, lo giró hasta que el pájaro tuvo sus patitas sobre la palma de la mano. Entonces, abrió los dedos hasta dejarlos extendidos y le descubrió la cabeza. El pájaro estaba listo para volar.
Y no volaba. Me quedé un momento perplejo. El pájaro movió las alas para despegar, pero no echó vuelo. Volvió a intentarlo sin éxito alguno. Mi maestro parecía estar sumido en trance y yo, completamente hipnotizado. El pájaro, enrabiado, aleteó varias veces sin conseguir levantar vuelo, hasta que agotado se acopló sobre la palma de la mano. Con la misma calma, mi maestro colocó de nuevo al pájaro dentro de su jaula. Yo no sabía qué decir, una nube de silencio nos envolvía en el jardín.
- Maestro, ¿por qué no puede volar? - le pregunté unos minutos más tarde.
- Por la misma razón que tú no puedes regresar a tu casa.
Nunca había pensado que hubiera una razón impidiéndome regresar a mi país, así que reflexioné un rato buscando motivos para no volver y ninguno de ellos me pareció que tuviera algo que ver con un pájaro. Me esforcé en tratar de encontrar alguna respuesta, mientras mi maestro caminaba hacia el templo.
A la noche, cenamos frugalmente. Le confirmé que al día siguiente me marcharía, como estaba previsto.
- Maestro, no encuentro ninguna relación entre ese pájaro y mi viaje. Creo que volveré a casa cuando quiera volver, así de simple.

- Volverás a tu casa cuando el mundo te deje volver. No depende de ti -dijo lacónicamente. Fueron las últimas palabras que escuché a mi maestro.

Del Blog de Salva Rodriguez   http://unviajedecuento.weebly.com/

miércoles, 13 de febrero de 2013

Lorenzo Rojo


LORENZO ROJO. www.munduanbarrena.blogspot.com
“Pedaleando el mundo”. 15 años – 90 países

Soy Lorenzo Rojo, viajero de Vitoria que desde el año 1997 recorre el mundo en bicicleta. En aquel año de 1997 dejé mi ciudad natal, Vitoria-Gasteiz, mi trabajo como profesor de euskera en la  enseñanza secundaria y sin muchos planes ni ambiciones comencé un viaje que aún no ha acabado. Tenía 35 años. He pedaleado desde entonces alrededor de 182.000 Km y visitado unos 90 países diferentes de 5 continentes. Si repartiera los años de viaje por continentes este sería el resultado: 7 años y medio en América, 2 años y medio en África, 1 año en Oceanía (Nueva Zelanda y Australia), 2 años en Asia, 1 año en Europa, 1 año en visitas a la familia. Según leí en Malawy, hay un dicho en aquel país africano que afirma “El hombre que tiene una bicicleta es rico”. En un mundo en el que “tener/no tener” es cada vez más la única definición que se permite de nosotros mismos, las dos caras, más y más alejadas, del destino común, una bicicleta puede ayudarnos a recuperar otro sentido de la riqueza: riqueza de la sencillez y riqueza de lo más importante que tenemos, de la libertad. A veces no se necesita mucho más, solo dos ruedas y ganas de andar, para empezar a ser dueños del mundo y de nosotros mismos…

martes, 12 de febrero de 2013

El Carpincho


El baile y ya había empezado. Corría la cerveza y el chamamé hamacaba a las parejas.

En bicicletas y luciendo sus mejores pilchas, la muchachada de Las Lomitas, llegaba,  buscando  olvidar la semana de cinchar en aserraderos y carpinterías.

El “Carpincho” estaba desde temprano y no había dejado de beber. 

Desde el improvisado mostrador parecía divertirse con los bailarines. El acordeón arrastraba las alpargatas en el patio de tierra.

Carpincho, desvergonzado, se plantó en la pista, intentando arrebatarle la compañera al Gringo Wolos.

La tensión ralentizó la fiesta. Con una sonrisa boba, Carpincho miraba desafiante al dueño del aserradero.
-         
      - Dejá de joder Carpincho, estás en pedo… gritó Moncho, su compañero en la carpintería, mientras se acercaba.

Las risas de algunos, el alcohol y el amor propio tocado, le empujaron la mano a la cintura y mostró su daga.
       - Tranquilo chamigo… guardá el cuchillo.
Mientras hablaba, Moncho tomó el inflador de una bicicleta que estaba en su camino.
Carpincho se abalanzó furioso, y Moncho, atento, le volvió a pedir que aflojara. No escuchaba.

La agilidad de Moncho y el golpe del inflador en la cara, hizo que tropezara en un cajón de cervezas. El ruido de las botellas y los gritos de las mujeres, fueron música de presagio.

Con el rostro desencajado, Carpincho arremetió con furia. Moncho blandía su arma improvisada y gritó otra vez mientras su zurda, buscaba en la cintura el cuchillo.
-    - Pará chamigo !!
-    - Hijo de puta…..  mordió Carpincho, mientras alzaba su daga

El puño de Moncho terminó su viaje en la axila de Carpincho.

Los llantos de las mujeres y el silencio definitivo de la orquesta, acompañaron el éxodo apresurado. Alguien, montó en bicicleta y corrió en la oscura arena de la calle, buscando al médico.
-  
     - Si fue en pelea, tiene que ir primero la policía.. y con cara de fastidio y sueño, desapareció tras la puerta.
-   -  Está jodido?,  ahora vamos con la chata. Dijo el milico, medio en pedo, quince minutos después.

En la bailanta, los veinte años del Carpincho, se licuaban lentamente, en una gran mancha oscura.

                                                     Juan Martínez Autor

viernes, 8 de febrero de 2013

Bicibirloque...


Por uno de los enlaces del blog de Salva Rodríguez, llegué a conocer a otro bici viajero muy interesante, que tiene una pluma ágil y cautivante.
Ahora anda por los confines de América del sur.
Recomiendo su blog, por lo antedicho y por la excelente calidad de sus fotos.
http://bicibirloque.blogspot.com.es/

Salva está en Brasil, en Manaos y acaba de actualizar su blog.
http://unviajedecuento.weebly.com/

martes, 5 de febrero de 2013

José Pepe Mugica - Discurso en Río 2012

Discurso del Presidente de Uruguay, en la Cumbre de Río.
Escuchar y pensar.
Comparar con nuestros políticos... este hombre es de este planeta ??? 


https://www.youtube.com/watch?v=3cQgONgTupo

Frida Schwartz

Mi nueva mascota... esta podrá viajar en la bici. Los ojos son de distinto color y uno muy azul.

Violeta Parra

A DOS VOCES

Habían crecido juntas, la guitarra y Violeta Parra.
Cuando una llamaba, la otra venía.
La guitarra y ella se reían, se lloraban, se preguntaban, se creían.
La guitarra tenía un agujero en el pecho.
Ella, también.
En el día de hoy de 1967, la guitarra llamó y Violeta no vino.
Nunca más vino.

Eduardo Galeano - Los hijos de los días

https://www.youtube.com/watch?v=w67-hlaUSIs