Cuando uno alcanza el estado de ABUELO, se encuentra como en la cima de una montaña y puede ver o recordar a quienes lo antecedieron en la vida y a la vez, ser consciente de que ya están quienes lo continuarán.
Es pensamiento común, que uno se prolonga en los hijos y obviamente los nietos llevan también esa impronta. Cuando alguna de las pasiones que lo han encendido a uno en la vida, se reiteran en alguna de estas personitas, se siente un placer especial y se reafirma el convencimiento de que LA SANGRE VIAJA. Es posible que esto encierre una forma de egoísmo, pero no me interesa analizar eso, porque creo en que es un sentimiento legítimo.
Hace dos semanas, fui a recibir a nuestro nieto Santiago, que venía de Argentina a pasar una breve temporada por tierras de Huesca. Durante el viaje, me comentó que había logrado ahorrar un dinero que quería usar en algún breve viaje por Europa. La suma no da para mucho, por lo que le sugerí visitara algún país de la Europa "pobre" y porque no, Marruecos. Para un sudamericano, esto encierra algo de mágico, de cuento de las Mil y Una Noches... se trata de África, un continente lejano y poco conocido y hoy, poco antes del medio día, me encontré abrazando a la puerta de un autobús, a alguien que hace poco tiempo podía alzar en brazos y hoy me supera en altura y en sueños. Le confesé la alegría que su aventura me provocaba y me hizo "responsable" de la misma... fue como recibir una condecoración.
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