En 1589, el Papa Sixto V decidió que los castrados cantaran en la basílica de San Pedro.
Para que los cantores fueran cantoras, sopranos capaces de notas agudas y gorgeos sin pausa, les mutilaban los testículos.
Durante mas de tres siglos, los castrados ocuparon el lugar de las mujeres en los coros de las iglesias: estaban prohibidas las pecadoras voces de las hijas de Eva, que ensuciaban la pureza de los templos.
Eduardo Galeano. Los hijos de los días.
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