Viaje en el Strong Forest y Centro America
Una vez
finalizado el embarque de los autos, embarcamos los integrantes de los equipos.
Eduardo, Martin y nosotros tres. No teníamos idea de cómo iba a ser el viaje
por mar hasta Puntarenas, Costa Rica, pero supero ampliamente lo esperado. En primer
lugar fuimos alojados en camarotes, con baño privado y mucha agua caliente. Ah,
qué bueno !!. Por la tarde, un marinero llamó a la puerta para anunciarnos a
qué hora el capitán nos esperaba para cenar… ¡Huija!, seguíamos subiendo. Al
entrar al comedor, nos recibió el maître
del capitán, quien nos ubicó en una mesa muy grande, ovalada, con impecable
mantel blanco y cubiertos de calidad y en la que entraba un solo plato más.
El capitán, un vikingo de finos modales, pero solitario.
No conozco las escalas jerárquicas en los buque de carga, pero este tío no se
sentaba con el resto de la tripulación, al menos durante las 55 horas que duró
el viaje hasta Puntarenas. Veníamos de dieta restringida, limitada a frijoles, arroz
y pescado, y pasamos a la abundancia. Envidié un poco a las vacas con sus
cuatro estómagos. El resto del viaje fue jugar ajedrez, tomar sol y disfrutar
de la fauna marina.
A pesar de lo
relativamente breve del trayecto, sentí alivio cuando desembarcamos y entendí un poco más a los marineros. Me imaginé un mes
en el mar y me parecía un verdadero aburrimiento.
En Puntarenas,
Eduardo decidió seguir inmediatamente hacia el norte ni bien desembarcaron su
auto. Nosotros resolvimos quedarnos al menos hasta el otro día.
Visitando los
alrededores del puerto, conocimos unas chicas que trabajaban en uno de los
tantos bares con habitaciones “reservadas”, frecuentado exclusivamente por
marineros. Amablemente nos invitaron con cervezas, y a diferencia de otras
aproximaciones de mujeres, tan frecuentes en zonas portuarias, ellas se
mostraban desinteresadas y francas. Aceptamos gustosos y cuando ya
nos estábamos yendo a buscar alojamiento, nos invitaron a quedarnos con
ellas. La única condición era que debíamos esperar a que terminaran su jornada.
Aceptamos, quedándonos en el bar, tomando cervezas y observando el
comportamiento y las excentricidades de los marineros, que invariablemente
terminaban su diversión totalmente borrachos.
Como a las tres
o cuatro de la madrugada, nuestras anfitrionas finalizaron su trabajo y nos
retiramos a sus habitaciones. La mujer con la que compartí dormitorio, se
quejaba del mal trato que recibían de
sus clientes. Finalmente el cansancio la venció y se durmió. Si alguien
esperaba otro final, lamento defraudarlo. La mano cordial y desinteresada, una
vez más, apareció desde donde menos lo esperábamos. Buena gente las chicas del
puerto.
A la mañana
siguiente, desayunamos con las chicas, y como estaban limpiando el bar nos
fuimos a bailar a la vereda. Deberían de ser las 10 de la mañana, cuando
nos despedimos de estas amigas, que tanta generosidad nos brindaran. Prometimos
volver.
Pusimos rumbo al sur, pues San José queda unos
150 km en esa dirección.
En la ciudad, hice
en la embajada de EEUU, el ensayo final para obtener la visa, que conseguimos
felizmente en Managua, Nicaragua.
En el consulado
de EEUU en Managua, nos presentamos a llenar la solicitud de visa. Calmaba
nuestra ansiedad, el ver que todo el papeleo seguía el procedimiento por
nosotros ya estudiado, hasta que llegó el momento en que nos informaron,
que tenían que hacer el pedido de antecedentes penales a Buenos Aires y ahí fue
donde pusimos nuestro plan en desarrollo. Expresamos sorpresa en primer lugar, luego
alguna muestra de contrariedad, y por último jugamos nuestra carta; “Señorita,
esto va a demorar demasiado, por lo que quisiéramos hacer el trámite
mediante telegrama urgente. Para esto vamos a adelantar el dinero que el
consulado disponga a efectos de sufragar gastos”.
La sacamos del
libreto… no sabía que decirnos, mientras yo la seguía empujando;
“diga usted,
100, 200 dólares?” Turbada,
balbuceo algo así como ;“espere un momento señor, y lo fue a buscar AL CONSUL
!!. Aparece el gringo, muy cordial y respetuoso. Luego de los saludos, nos
preguntó en qué auto viajábamos, en un Ford, fue la respuesta, omitiendo
especificar el modelo. ¿Cómo se financian ustedes?, preguntó. “Periódicamente
nos giran dinero nuestros padres”. Pero ahora, ¿Cuánto dinero tienen? Ya
esperaba esa pregunta y con cara de poker respondí ,”bueno, ahora aproximadamente 2000
dólares”, mientras hacía llevaba la mano al bolsillo para mostrar el
dinero. Esto, dentro de un edificio público americano, puede significar soborno,
y por otra parte la visa era gratuita.”No señor, no hace falta”, dijo el cónsul,
acompañando sus palabras con el gesto de detener mi acción. En mi bolsillo había
preparado un fajo de billetes, con dólares en su parte visible. No hizo falta.
Nos pidieron
que regresáramos al día siguiente y ahí dispusimos de nuestra visa de entrada a
los Estados Juntitos. Esto lo celebramos como un gran paso, necesario para concluir
nuestro viaje.
Años después,
un terremoto destruyó Managua y el edificio de la embajada americana matando al
embajador de los EEUU.
En esta ciudad
vivimos una anécdota curiosa, pues salió
el Ford fotografiado en el diario, pero por su cuenta. Nosotros estábamos en un
bar, frente a un periódico de Managua, cuando una intensa humareda cubrió la
ciudad. Seguramente el fotógrafo del periódico se asomó por la ventana, saco la
foto y estaba nuestra máquina.
Otra cosa que
recuerdo, es que un bombero, con el que había entablado cierta confianza, me
dijo una tarde; ”Esta noche habla Fidel”. Yo no tenía ni idea de que las
transmisiones de radio Habana se escuchaban en Managua, pero claro, había que
ser muy discretos . A la noche y por primera vez para mi, escuché a Fidel dando
un discurso en una universidad. No recuerdo cuanto duró. Primero me engancho
mucho, pero después de dos horas me quedé dormido, cosa que me lamenté al día
siguiente.
Estimulados con haber podido salvar el
último obstáculo, seguimos hacia el norte. Honduras la pasamos en un rato y no
nos desviamos hacia su capital Tegucigalpa. En el Salvador ya conté que al
rajarse la tapa de cilindros, nos obligó a estar una semana en esa. Guatemala
tiene una frondosa vegetación y mucho camino de subidas y bajadas por las
costillas de los Andes. Bellísimos pueblos que aparecen en la niebla, o se
divisan de una altura superior a las nubes. Mucha población indígena, lo mismo
que en el sur de México. Ahí la cosa cambia, el continente se ensancha y
la ruta te lleva hacia el océano Atlántico, al golfo de México. Este era un océano
que conocíamos, pero que no
habíamos visto en nuestro raid, ya que
nuestra salida, fue desde Buenos Aires hacia el oeste. El toparnos con las
aguas del Atlántico, ameritaba celebrarlo con un buen baño de mar. Estábamos
conversando en la playa, cuando alguien que pasaba, menciono nuestro coraje por
bañarnos en esas aguas infestadas de tiburones. Estos tres valientes, no solo
no volvieron al agua del mar ese día. No lo volvieron a hacer por el resto
del viaje.
México se destaca entre los países de
habla española, no solo por su tamaño, población y cultura, sino también por el
profundo nacionalismo de sus habitantes, muy cordiales y divertidos, pero con
algunas diferencias respecto a lo que hasta allí habíamos visto.
Antes de conocernos, nos llamaban
invariablemente “gringos”. Cuando aclarábamos que éramos argentinos, muchas
veces aparecía la pregunta ¿y cómo es que hablan tan bien español?
Tequila con limón y cerveza más sal, para
que no se te pase la “sed”, deleitan al mejicano. En la gastronomía
la clásica alimentación farinácea, pero también con un toque que los diferencia,
el picante, que me hacía imposible comer, mientras que Tano le encantaba,….. son gustos!
Vera Cruz por ser el puerto más próximo a
la isla de Cuba, vivía una situación muy diferente, para describirlo, bosquejaré
un clásico del cine; “Casablanca”.
Cuatrocientos kms., al oeste de Vera Cruz
se encuentra el DF, como les gusta llamar a los mejicanos a su capital. Es una
enorme ciudad mediterránea, tal vez la más populosa al sur del Rio Bravo y
hasta Tierra del Fuego.
Allí estuvimos algunos días recorriendo y
visitando, parte de la gran cultura pre colombina y también departiendo con
amigos que daban serenatas a sus amores, algo que solo conocíamos de las letras
del tango.
Del DF nos dirigimos al noreste, al estado
de Tamaulipas, el más próximo a la frontera con los EEUU, y en la ciudad de
Matamoros le dijimos hasta pronto a nuestros pueblos hispano parlantes. Las
próximas barreras serían idiomáticas.
Próximo capítulo: USA
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