En el pasado mes de enero, publiqué unas fotos de mis años de práctica de karate. Inclusive una que conservo de mi viaje a la isla de Okinawa, Japón en 1977. La mayor parte de, por no decir todas, las fotos quedaron en Argentina cuando emigré en 2001 y hace poco más de un año recuperé centenares de diapositivas familiares, entre las que se encontraban varias obtenidas en el citado viaje a Okinawa. Hemos digitalizado estas diapositivas y con ellas recuperé gratos recuerdos.
En el karate, como en todo lo que hago, me involucré a fondo y fueron muchos años de práctica intensa y también de estudios de los aspectos teóricos y filosóficos de esta antigua arte marcial. La oportunidad de visitar Japón y la escuela central del estilo que practicaba, surgió durante una charla con dos compañeros nacidos en Okinawa y durante meses programamos el viaje y conseguimos las cartas de presentación para el Maestro Katsuya Miyahira. Por cuestiones políticas, la economía argentina sufrió una de sus frecuentes crisis y mis compañeros desistieron del proyecto, por lo que viajé solo.
Durante un poco más de dos meses frecuenté el doyo que el ya fallecido Maestro Miyahira poseía en el barrio de Tsuboya, Naha. Al llegar tenía la graduación de 2º Dan y al partir de regreso a Argentina me otorgaron el 3º Dan. Las prácticas se realizaban tres veces a la semana durante la tarde-noche y el sábado tenía en exclusiva al Maestro Miyahira durante un par de horas. También durante las mañanas realizaba entrenamientos con un compañero avanzado, Seikichi Higa 6º Dan, al que su trabajo de bombero le permitía disponer de tiempo para estos menesteres y para llevarme a conocer la isla. La experiencia en Japón fue muy intensa, no solo por la oportunidad de encontrarme en el centro más importante de la disciplina que practicaba, si no también por haber vivido durante ese tiempo inmerso en una cultura notablemente distinta a la mía.
Creo también que los años de práctica de karate, influyeron positivamente en mi salud física y en el mayor control de mi voluntad y carácter.
En la primera fila, de izquierda a derecha; Seikichi Higa, Katsuya Miyahira y yo. El resto son compañeros de los que no recuerdo los nombres.El Maestro Miyahira fue el continuador de antiguos Maestros del estilo Shoryn Ryu y mantenía la escuela fuera de las competencias deportivas, que comenzaban a aparecer, impulsadas por los practicantes occidentales. Ya he comentado la atención que Miyahira dispensó a mis necesidades básicas de adaptación, alojamiento y comida.
Seikichi Higa era bombero de unos grandes depósitos de combustible y disponía de 48 horas de descanso tras 24 de trabajo. En su coche visité varios lugares de interés y semanalmente me dedicaba algunas horas para el perfeccionamiento del karate. Si observan mi puño izquierdo notarán que los nudillos de los dedos índice y medio muestran una cierta "hinchazón", producto de años de machacar el makiwara con el puño.
Las correcciones a los movimientos de ataque o defensa, el Maestro Miyahira las hacia una vez finalizadas y cuando me encontraba en posición estática, palpando las posiciones y tensión de los músculos y ejerciendo fuerza en el sentido inverso a la resistencia o presión que yo debía ejercer.
Ya en Tokyo y regresando a Argentina, contacté con el Maestro Hideo Tsuchiya, introductor del karate en Argentina y mi primer profesor en esta disciplina. Amablemente me recibió en su casa durante unos días y tuve la oportunidad de escuchar sus conceptos sobre los aspectos técnicos y filosóficos del karate. Tsuchiya es además un avanzado practicante de Iai-do (esgrima con el llamado sable samuray) y accedió a mostrarme un auténtico y antigüo sable. En casa del Maestro se encontraba realizando prácticas el karateka chileno Arturo Wong.
Por mediación del Maestro Miyahira, me alojé en un ryokan (pensión), cuyo propietario, Kotogu Nakamoto era 5º Dan de kendo (esgrima con sable de bambú) y gracias a su invitación tuve la oportunidad de visitar un doyo de esa disciplina e intentar manejar el shinai.
El día de mi partida de la ciudad de Naha, me despidió en el aeropuerto el Maestro Miyahira y también Oscar Higa, un argentino hijo de okinawenses, brillante karateka de otra escuela, hoy radicado en Italia. Oscar estaba en la misma tarea que yo, pero en la escuela que presidía su tío. Fue un entrañable compañero con el que todas las mañanas corríamos en un parque y muchas tardes intentabamos conocer la ciudad. Curiosamente Oscar no hablaba japonés, pero si un dialecto particular de las islas, lo que nos permitía mejorar nuestras relaciones.
Eran otras épocas, donde viajes de ese tipo no eran fáciles de organizar (hoy en día, uno hace contactos por e-mail, busca alojamiento en las páginas web, se contacta con un grupo local por Facebook, descarga los formularios de la visa en PDF y los completa y envía electrónicamente, compra el pasaje por Expedia.com, y mantiene un blog con los detalles del viaje).
ResponderEliminarEntonces, cuando uno llega, es medio una rareza, y despierta curiosidad, y recibe alguna oferta de alojamiento, o ayuda para conocer la ciudad, de quienes ven en ese contacto, casi exótico, una oportunidad única.
Hoy en día, hay empresas que se dedican a contratar paquetes de perfeccionamiento deportivo, con todo organizado (viaje, cursos, certificado de participación, y actividades culturales incluídas).
En el libro "Running with the Kenyans", de Adharanand Finn, el autor cuenta como, por su cuenta y con su familia a cuestas, se fue por seis meses a Iten, en Kenia, donde se entrenan los mejores maratonistas del mundo. En su relato describe varias veces sus contactos con los centros de entrenamientos "oficiales", donde todo esta organizado para los atletas de elite, con costos pagados por sus patrocinadores o sus gobiernos, y se nota cómo se ha llegado a un nivel de comercialización de esa actividad deportiva.
Lo compara con su propia situación, donde él mismo se tiene que buscar alojamiento, y por medio de uno y otro contacto entrena con algunos locales, con gente del lugar, que tiene su trabajo principal y entrena en sus horas libres. Una lectura interesante, que podría tener paralelos con tu experiencia en Japón.
Gracias Kato por tu aporte. Para mi fue una verdadera aventura y la sensación de estar muy lejos de todo. Hoy percibo el mundo mucho más pequeño.
ResponderEliminarUN SALUDO.
Esta historia de viaje me hace acordar a aquel coterráneo tuyo, el loco Torroba (alias Alberto Torroba). El flaco anduvo navegando por el mundo (http://www.lanacion.com.ar/657237-el-gaucho-navegante) allá, en esos años en que el teléfono y el correo ordinario eran los únicos medios de comunicación individual (sin considerar los radioaficionados y sus redes), y viajar a, por ejemplo, Filipinas, significaba estar separado de los contactos habituales (familia, amigos), y el viajero podía reaparecer de cuando en cuando mediante una llamada telefónica esporádica, de mala calidad, y por operadora (nada de discado internacional), para luego volver a desaparecer.
ResponderEliminarQué tiempos, qué sensación de aventura, de no tener certeza qué pasaba en el resto del mundo. Me pregunto si eso mismo no hacía que la aventura (que lo era) no se viviese en forma más intensa, en forma más concentrada.
Lo conociste al loco Torroba en La Pampa? Parece que ustedes dos estuvieron ahí más o menos en la misma época.
Conocí primero sus histórias a través de un amigo común (el Topo), luego coincidí con sus dos hermanos en el Rotary Club y finalmente cené en su casa, en un campito cerca de Anguil.... de esa noche conservo el recuerdo de horas escuchandolo y un pequeño libro sobre parte de sus viajes.... creo que uno es el resultado de muchas cosas, entre otras de haber conocido gente como Alberto Torroba.
ResponderEliminarSobre el libro, acá hay un par de capítulos: http://adan.org.ar/web/index.php?option=com_content&task=view&id=121&Itemid=1
ResponderEliminarCuando ví los detalles, pensé qué diferente es escuchar que alguien cruzó el Pacífico a leer los detalles de la travesía, por ejemplo, cuántas veces esa persona estuvo a punto de perderse, o de morir ahogado.
Lo que me lleva a mencionar que, en tus crónicas, pocas veces mencionas el esfuerzo físico, los dolores (excepto aquella rodilla en Maruecos), el cansancio, etc. Estás tan bien físicamente, o es simplemente concentrarse en lo positivo?
Sería interesante, por allí, contar cómo se viven por dentro 6 u 8 horas en la silla (el aburrimiento, los dolores musculares) y qué haces para combatir esos problemas.
Así, los que llevamos un marcador en el bolsillo trasero de la camiseta (para dibujarnos de vuelta la raya del culo al bajarnos de la bicicleta) de pronto descubrimos que no estamos solos...
De la noche en el campo, en casa de Torroba, que era en ese momento "precaria", recuerdo su relato de una tormenta en la que se le dio vuelta el barquito y se jugó el cuero por salvar un elemento que ahora no recuerdo, pero que luego, él determinó que no era importante y arrojó al mar. En esa oportunidad perdió entre otras cosas, la brújula, pero luego se dio cuenta que parado en la cubierta podía "intuir" donde estaba La Pampa... sin comentarios.
EliminarNo soy de contar batallas perdidas y evito quejarme, porque hasta ahora, lo que me ha pasado y podríamos calificar de "negativo" de ninguna manera fue terrible. Tengo 69 años y solo por esto mi resistencia física, mis articulaciones y parte de la "mecánica", están menguadas, pero pedalear muchas horas me hace saber que tengo algunos músculos que ignoraba. El sillín pasa factura a partir de la 3º hora y de vez en cuando se duermen los dedos de las manos, pero eso solo es posible si estás vivo y es el peaje que hay que pagar por la íntima experiencia que significa viajar en bici. Terminar un día duro, de calor, cuestas y muchos kilómetros significa vencer. Vencer y expandir mis propios límites. Cuando se pone espeso el "caldo e'gato", me fijo metas cortas; hasta llegar arriba, hasta la primera curva, hasta el 3er. kilómetro... y así voy adelante.
No me aburro en absoluto... ya he escrito por ahí que el músculo que más trabaja es el seso... me engancho con recuerdos, historias que viví ese día o antes, arreglo mis cuentas afectivas y bosquejo cuentos de los que voy anotando algo como para no olvidarme... En un viaje en bici hace calor o frío. Pega el Sol o llueve, se pincha una rueda o se calienta el agua... pero también le estas viendo los ojos a un paisano 50 metros antes de llegar bajo del árbol donde está y donde te quedarás un buen rato charlando... tenés habitación multiestrella y un salón enorme...Me estoy enroscando demasiado.... Ahora te toca a vos... ¿quien sos y donde vivís?
ElRuso: después de mi respuesta leí el artículo que me indicabas... esa es la historia que Alberto me contó. Como verás la he publicado en el blog. Gracias, Un abrazo.
ResponderEliminarEn la primera foto, de derecha a izquierda, segunda fila, está Nakamura Seiyu Sensei, ahora 9no Dan.
ResponderEliminarhttp://www.shidokanokinawa.com/
Agradezco tu aporte.... si estás en contacto con Seiyu San, hazle llegar mi saludo.
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