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lunes, 18 de diciembre de 2017

Campo de Moria... más experiencias


 La ONG REMAR, pertenece a un grupo evangélico y los responsables de su actividad en el campo, son pastores. El día que llegué me recibió Juan Carlos, a la derecha, español radicado en Rumanía, donde atiende la delegación de REMAR dedicada a la rehabilitación de toxicómanos. A la izquierda Miguel Angel, portugués radicado en Alemania, que reemplazó a Juan Carlos.
 Cuando llegan los alimentos o en este caso el agua, muchos refugiados colaboran con la descarga. Basta que un niño reciba una caja o algo para transportar y se suma una multitud. Este pequeño, lleva un paquete de seis botellas de 1,5 litros. Más de 9 kilos.... debe de ser más de la mitad de su peso.
 Ningún ser humano es ilegal.... lo ha escrito un griego en las cercanías del campo. Y yo lo rubrico.
 Los palets de madera, como el que vemos detrás, con las botellas de agua, sirven para aislar las carpas del suelo. Esto significa un cambio positivo en cuanto a confort... si un palet. Las peleas por lograr uno son constantes, por lo que este hombre, refugiado sirio de la ciudad de Alepo, decidió organizar este reparto, abriendo listas desde horas muy tempranas. Con este mínimo gesto resolvió una cuestión importante. Se llama Mohamed Abdulah y durante los bombardeos su casa fue destruida, como toda la ciudad. Pudo hacer que su mujer y sus hijos salieran de Siria y hoy lo esperan en Oslo, Noruega. Él lleva dos meses en Moria y espera reunirse con su familia. Nunca pierde la sonrisa. Perdón.... de que era que te quejabas hoy???

 Esta es la mezquita donde los hombres musulmanes cumplen con sus ritos de oraciones. La mayor parte de la población del campo es de religión musulmana.
 La isla está poblada de olivares y los que rodean el campo son lentamente ocupados por refugiados ante la saturación de las instalaciones.
 llovió toda la mañana y cuando escampó, este congoleño se aislaba del drama con su guitarra. Cuanta historia podemos imaginar en esta foto.

 Las voluntarias mujeres, tienden a empatizar más con los niños. Estos muestran en sus conductas el drama que les tocó y les toca vivir. La violencia acompaña sus juegos y también tienden al aislamiento y una manifiesta tristeza. Necesitan cariño y se pegan a quien les da un abrazo o les sonríe. Marta, voluntaria de Zaragoza, España, trabajó mucho y bien con ellos.

 Este niño buscaba permanentemente a cualquier voluntario para cobijarse en sus brazos. No habla, pero sonríe y se apreta contra tu pecho sin querer separarse. Muchos niños han llegado solos a Moria o sus padres murieron en el cruce del Mediterráneo y están alojados en instalaciones especiales.
 En el círculo infantil vemos a Marta,la zaragozana y a Sara, de Suiza, organizando juegos para entretener a la gente menuda. No existen en el campo ningún tipo de instalación recreativa, ni escuelas, ni nada de nada que alivie estas horas tan tristes.
 Este joven refugiado es de Afganistán y por sus ojos rasgados lo he apodado "el japonés Takeshi". Cuando nos encontramos nos saludamos con reverencias y bromeamos. Colabora como voluntario en el servicio de comidas y la sonrisa que lo adorna es permanente.
 Esta es la calle de entrada al campamento. Fue obtenida hace dos domingos. La gente descansa. Apenas son las 7:30 de la mañana.
 Mis compañeros rumbo a las instalaciones donde REMAR entrega las raciones de comida.
 Fátima es la única mujer que además de ser refugiada es voluntaria. También muestra siempre una sonrisa y tarea es muy importante en el trabajo con las mujeres. Los musulmanes tienen normas de convivencia que hacen que no se pueda tocar a una mujer ni siquiera para saludarla. En mis días de estancia, llegué a abrazar y besar a alguna de ellas, en situaciones de gran alegría por haber logrado el traslado a Atenas. Fátima por la convivencia con voluntarios europeos acepta un trato más igualitario.
Pocos días antes de salir de Moria, ella y su familia consiguieron el traslado al campo de Malakasa, donde disponen de mejores condiciones de vida. Los instalan en contenedores con baño y cocina y no hay hacinamiento.
 Me gusta recorrer el campo y siempre surgen oportunidades de hablar con sus temporales habitantes. Este hombre, leyendo su Corán al sol de la mañana era una excelente imagen y le pedí permiso para fotografiarlo. Me preguntó el porqué y le expresé que me parecía una imagen que debían ver mis parientes y amigos.  Me preguntó sobre mis creencias religiosas y le expresé que no tenía ninguna en particular, pero que creía que solo hay un Dios con diversos nombres y que todos los seres humanos somos hermanos. Su respuesta fue un abrazo y la llamada a sus compañeros para presentarme. Es refugiado iraquí, químico de profesión y lleva tres meses en Moria. Un nuevo amigo.
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 Me llaman la atención los ojos de los sirios. Son hermosos y esta niña lo certifica.
 Hacía frío esa mañana y este hombre resolvió el tema de la calefacción con esta improvisada estufa.
 Los africanos se agrupan en un sector del campo y no visitan el sitio de entrega de alimentos. Ellos cocinan víveres que compran fuera de Moria. Cada refugiado recibe una suma de 90 euros mensuales, lo que permite a una familia disponer de dinero suficiente para resolver temas como el de la comida. También reciben ropa (nueva), frazadas, material para la higiene personal, etc.
Llegó una camioneta con garbanzos y había que descargarlos. Los niños estaban entretenidos en la carpa y se sumaron al trabajo. Para ellos fue una fiesta y un alivio a la monótona rutina.

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