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miércoles, 28 de agosto de 2013

El sueño se hace realidad.

En charlas de madrugada de domingo, mateando después de una noche de baile, Eugenio comenzó a plantear su idea del viaje a dos amigos, el Tano (italiano en argentino básico) y Jólepe. El lo cuenta así;

El Tano (Antonio Sarno ,1941) y  Jópele (José Zajac 1938) ,mostraban un enorme entusiasmo mientras me escuchaban … recuerdo haberles dicho que lo volveríamos a tratar en 15 días,  ya que era necesario que lo pensaran muy bien.
Ya el sol estaba alto esa mañana de domingo. Los muchachos que se van y mi “vieja” que se levanta. Antes de irme a la cama le digo; vieja, me voy a Norteamérica. No debe de haber sonado convincente mi comentario a juzgar por la lacónica respuesta de mi madre;  “si, andá
Los días pasaban y Eugenio iba ajustando los detalles, calculando rutas, costos y posibilidad de obtener recursos. Era necesario un mecánico en la dotación y su hermano gemelo, Fernando cubría ese rol. En una reunión que convocó a los cuatro, Eugenio expuso en detalle su plan;
“El plan para poder llevar a cabo el sueño, ya era de un equipo.
Sobraban ganas. Solo teníamos sueños.. no había ni auto ni plata. Pero estaba decidido. La fecha estimada de partida, en mi proyecto original era 21 de septiembre de 1962. Se veía muy lejos, era el invierno de 1960.”
Fue una época intensa, no solo por la efervescencia que el proyecto del viaje insuflaba a Eugenio. También Argentina y el Mundo vivían acontecimientos trascendentales. La Revolución Cubana se estaba afirmando con escaso tiempo en el poder, Rusia había puesto en órbita un cosmonauta y había capturado al piloto de un avión espía de los EEUU. Arturo Frondizi gobernaba Argentina sorteando casi a diario los planteos militares que finalmente lo derrocaron. Todos estos detalles surgen en la charla, anárquica como es habitual, en la que el Negro me cuenta su historia. Me dice que ese tiempo era en blanco y negro. En el barrio casi no había teléfonos y pocas casas contaban con un aparato de TV. La juventud acostumbraba a reunirse a bailar en casas de familia, en los llamados “asaltos”, y la organización de uno de ellos para reunir fondos, fue el comienzo. La familia Grillo brindó su casa y el éxito fue rotundo. Esto dio continuidad, para que un buen día el grupo presentara en sociedad el Ford A modelo 1930.
Esto demostró a los escépticos y mal intencionados, que lo del viaje no era solo una intención y animó a muchos a realizar aportes que consolidaban rápidamente el proyecto.
Eugenio recuerda con auténtico cariño y emoción a quien fuera su empleador, Don Salomón Skliar, un judío comunista, de moral intachable, que lo apoyó sin fisuras y alentó, aún en contra de sus propios intereses. Muchas veces oí a Eugenio hablar de este hombre, con una admiración y respeto que llega a contagiar…..
“..nunca, en los casi 30 años que estuve cerca de él, pude hallar un mínimo resquicio de duda, una actitud reprochable. Gracias viejo por los años que te tuve cerca, por tu guía y todo lo que me diste con tu ejemplo.”

El 7 de octubre de 1962, dieciséis días después de lo previsto dos años antes, se iniciaba el viaje. Los cuatro aventureros partían del kilómetro cero, ubicado en la Plaza de los Dos Congresos en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires.
Lamentablemente, las fotos también tienen 50 años y las recibí escaneadas en grupo, por lo que no he podido girar o quitar la inferior... sepan disimular.
Y ahora a disfrutar del camino... en unos pocos días volvemos a saber de ellos, viajando en el tiempo cincuenta y un  años atrás.

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