Pompón entró al parque acompañando a su amo. Mucha gente se
reunía por un festejo que no llegaba a entender. Se entretuvo husmeando a un
grupo de humanos jóvenes que no le prestaron mucha atención, pero Pedro le
llamó;
-Pompón, Pompón… ven
aquí !!
Le fastidiaba ese nombre de perrito faldero, que le habían
endilgado cuando llegó a la casa, siendo exactamente eso; un pompón. Ya tenía
catorce años, que son muchos para un perro, era lo que se dice un anciano, sentía
que ese nombre no era el que le correspondía, sonaba ridículo.
Siguiendo a Pedro en su recorrida visitó todos los bares
montados en el parque y vio como su amo comenzaba a caminar con dificultad. No
era la primera vez que esto sucedía y se alegró porque cuando esto pasaba,
Pedro no le prestaba tanta atención y podía olfatear y recorrer con mayor
libertad. Así llegó junto a unos niños por los que se dejó acariciar y con los
que luego correteó sintiendo entre sus almohadillas el césped blando y húmedo.
¡Qué felicidad! Sintió ganas de gritar su alegría y lo hizo
como todos los de su especie.. ladrando y corriendo sin ton ni son. En mala
hora. Un humano pálido y flaco, asustado agrupó a su familia y el resto de la
gente lo observaba con temor. Intentó jugar con todos, pero cuando se acercaba,
retrocedían.
Un hombre corpulento, vestido de azul entendió su juego e
intentó atraparlo. Pompón feliz lo evitó y ladrando lo más fuerte que podía
giraba alrededor del gigante. De pronto el humano lo atacó con una silla, mostrando en su otra mano un objeto
extraño, del que brotó fuego. Un abismo se abrió bajo sus patas y el dolor lo
paralizó. Ya no gritaba nadie y un sueño pesado le vencía la cabeza. Alcanzó a
ver a Pedro que llorando intentaba alzarlo, mientras el hombre de azul decía;
-Era un peligro para
el público, tuve que dispararle
Sucedió en Zaragoza, España. El responsable de esta muerte es un agente de la Policia Local.
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