Muchas veces
había recorrido esa ruta.
A pesar de
la noche cerrada, sabía lo que existía a cada lado del camino. Más allá de lo
que las luces del furgón mostraban.
Desde
Bariloche a Ushuaia, había un largo trecho que superaba los dos mil kilómetros
y las horas al volante eran un disparador de pensamientos e imaginación.
Regularmente,
cada cuarenta segundos, aparecía en la banquina de la ruta, alternando a
izquierda y derecha, el mojón que indicaba el kilometraje, que partía del
cero ubicado en la Plaza de los Dos Congresos en Buenos Aires.
Primero se
adivinaba su rectángulo negro y blanco en una especie de semi penumbra, para
terminar siendo iluminado totalmente por los faros en los últimos treinta
metros de marcha, desapareciendo otra vez, quedando nuevamente la achaparrada y
escasa vegetación patagónica.
Y así otra vez y otra y otra más.
Cuando vi el
número 1998, lo asocié con el año que estaba transcurriendo y siguiendo ese
mecanismo de la mente, imaginaba que el tiempo y la vida tenían un transcurrir
idéntico y monótono al de mi solitario viaje.
Yo había
nacido en 1945, lo que equivalía a un
punto ubicado a 35 minutos y 30 segundos más atrás de la ruta.
Fui colocando en
esa línea de tiempo–distancia, los
acontecimientos más importantes de mi existencia; el casamiento, los nacimientos
de mis hijos. La muerte de mi padre.
Entonces,
pensé en mi propia muerte.
En qué
momento del camino sucedería? Cuanto faltaba para llegar a ese instante?
Otras
divagaciones ocuparon mi pensamiento, mientras los kilómetros seguían sumándose con la sucesión de mojones, hasta que un escalofrío me conmovió, al cruzar el marcado con el número 2015.
Fue un miedo extraño y una búsqueda de explicaciones para el sacudón. ¿Por qué apareció
la muerte en mi cabeza al cruzar esa marca-fecha?
Falta mucho,
me dije, tratando de quitar la importancia, que algo ajeno a mi mente le
otorgaba al plazo.
Hoy, a once
mil kilómetros de aquella carretera y quince años más tarde, mientras conducía
bajo una fina llovizna en el Pirineo de Aragón, un mojón indicador de
kilómetros, me recordó que faltan veintiún meses para que se cumpla mi tiempo.
Juan Martínez Autor, 26 de marzo de 2013
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