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jueves, 13 de febrero de 2014

Ruinas de San Ignacio

En el año 1610 los sacerdotes José Cataldino y Simón Masceta fundaron en la región del Guayrá, Brasil, la reducción de San Ignacio Miní, junto a otras que sufrieron el esedio constante de los bandeirantes o mamelucos (cazadores portugueses de esclavos). Solo San Ignacio y Nuestra Señora de Loreto se salvaron de los ataques y en 1632 emigraron para establecerse a orillas del arroyo Yabebirí, en la actual provincia argentina de Misiones. En 1696 se estableció definitivamente en el sitio donde hoy quedan sus vestigios. Al igual que lo ocurrido con las demás reducciones, sufrió ataque por parte de los paraguayos que la destruyeron en 1817. En la década de 1940 fue restaurada totalmente y hoy forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad.

En este predio es posible observar los sectores destinados a escuela, talleres, viviendas, cárcel y al culto. También las áreas de cultivo, que se dividian en particulares y comunitarias. En estas últimas estaban las destinadas a viudas e inválidos. A la vista de muchos historiadores, los jesuitas implantaron hace cinco siglos un sistema de producción y vida socialista.



El templo mayor de Sao Miguel das Missioes, en Río Grande, Brasil está mejor conservado, pero se han perdido todos los restos de las demás construcciones. Vean en una entrada anterior lo que les comento.



La vida se siente en estas tierras y hay una rica fauna que ocasionalmente se deja ver. A este lagarto le arruiné la siesta.


 La selva crece y transforma todo lo que el hombre ha hecho. El abandono durante tanto tiempo de estas verdaderas ciudades, algunas llegaron a tener 160 mil habitantes, durante tantos siglos han imposibilitado su total recuperación.

Y por aquí me asomo a la historia.....

Subiendo la "sierrinha", que por los comentarios ya era temida, con más de 45 grados de temperatura y frecuentes paradas obligadas, se apareció una inmensa mariposa blanca y negra, que instalada a escaso metro de mi manillar me acompañó algunos minutos, para luego perderse en el bosque.
La energía me invadió y con alegría alcancé la cumbre.
Otra vez KZATÁ se hizo presente para marcar el camino

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